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3. Niños de Todo el Mundo

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—Busco a mi hermana —dijo Helmut.

—Te ayudaré a encontrarla —dijo Sigi. Salió con el patinete.

Helmut le siguió.

Se metieron bajo un arco, frente a la entrada del garaje

subterráneo, cerca del ayuntamiento, y esperaron. Cuando

la luz se puso verde, se escurrieron hacia el garaje y se escondieron

detrás de un coche, frente a la taquilla.

Una mujer estaba allí sentada, vendiendo los boletos.

No vio a Helmut ni a Sigi.

Cuando el coche avanzó, ellos lo siguieron.

—Tendremos que ir aprisa —dijo Helmut.

Montaron en sus patinetes y, uno detrás de otro, enfilaron

la pronunciada curva de la rampa. El conductor hizo

sonar el claxon. La siguiente curva era aún más pronunciada.

Helmut tuvo que usar el freno de mano. Frente a él,

Sigi entró en el primer piso del garaje. Era allí donde el tío

de Helmut aparcaba su coche cuando venía de visita. Susana

iba a veces con él al garaje.

—Susana, Susana —llamó Helmut.

—¡Eh, vosotros! —gritó el empleado—. ¡Fuera de aquí!

Helmut se volvió y vio un hombre que iba hacia él.

Sigi abandonó el patinete y comenzó a correr. Helmut corrió

con el patinete entre los coches hasta el siguiente aparcamiento.

Después, se dirigió a la salida.

El hombre le siguió. De repente, se paró. No sabía si

coger el patinete de Sigi o seguir a Helmut.

Helmut siguió cada vez más deprisa, hasta alcanzar la

rampa.

Mientras, Sigi había recogido su patinete. Helmut comenzó

a subir la rampa. Se pegó a la pared para esquivar

un camión de reparto. Cuando el camión pasó por su lado,

Helmut se agarró a un trozo de lona que pendía de la parte

trasera del camión. Sólo podía conducir con una mano y era

difícil. Pero el camión le remolcó hasta arriba de la rampa,

rápidamente y sin esfuerzo alguno.

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