Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Richie apenas se dio cuenta. Miró la caja de madera
que estaba junto a la estufa. Después buscó debajo de la
estufa y de la mesa.
—No está aquí, chico —dijo Mike-. Cuando volví del
número Cuatro, esta mañana, lo vi quieto encima del abeto,
a casi una milla de aquí. No sabía que un gato pudiera subir
tan alto. No me extraña que no pueda bajar.
Paul McGee dijo:
-T om a un poco de caldo, Richie. Es bueno para el estómago
cuando hace frío.
-Gracias, Paul McGee, pero no tengo hambre. Me parece
que volveré otra vez al abeto a llamar a Gato Negro.
Puede que si ve que llevo mi abrigo grueso sepa que va a
nevar y se baje.
-E ste gato sabe que va a nevar, después de pasarse
toda la noche allá, al fresco -dijo Mike, atravesando una
rebanada de pan con el tenedor y untándola con una gran
cucharada de mermelada de fresas— Lo que ocurre es que
tiene miedo de bajar. Probablemente arrojó de allí a uno de
estos pájaros azules. Después el pájaro azul se alejó riendo
y dejó a Gato Negro mirando hacia abajo asustado.
—Gato Negro no se asusta; lo que pasa es que es testarudo.
Mamá dice que bajará y, si no lo hace, papá descubrirá
un medio de hacerle bajar, cuando regrese —dijo
Richie a Mike.
-T u padre no regresará al campamento hasta dentro
de tres días por lo menos —dijo Mike.
—Cómete la tostada antes de que se enfríe y no hables
tanto, Mike —dijo Paul McGee.
—Antes -de que continúes hablando como si fueras mi
madre, Paul McGee, mejor sería que aprendieras a cocinar
como ella —replicó Mike jocosamente:
-E ste huevo frito está más duro que la piedra del número
Cuatro.
Cuando Richie llegó junto al alto abeto, se sintió de