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VIVIR Y MORIR EN LA FRONTERA PLANETARIA 143<br />
a los refugiados de desempeñar un papel de "quinta columna" en favor de <strong>la</strong><br />
red global del terrorismo. A fin de cuentas, existe un motivo "racional" y moralmente<br />
inobjerable para capturar, encarce<strong>la</strong>r y deportar a <strong>la</strong> gente cuando<br />
uno ya no sabe cómo ocuparse de el<strong>la</strong>, y no quiere tomarse el trabajo de averiguarlo.<br />
En los Estados Unidos, y poco tiempo después en Gran Bretaña,<br />
con <strong>la</strong> excusa de <strong>la</strong> "campaña contra el terrorismo", se ha privado puntualmente<br />
a los extranjeros de los derechos humanos esenciales que hasta el momento<br />
habían resistido todas <strong>la</strong>s vicisitudes de <strong>la</strong> historia desde <strong>la</strong> Carta Magna<br />
y el hábeas corpus. Ahora es posible detener a los extranjeros de manera<br />
indefinida, bajo cargos de los que no pueden defenderse, esto último por <strong>la</strong><br />
sencil<strong>la</strong> razón de que nunca se les dice de qué se los acusa. Como apunta con<br />
acidez Martín Thomas, 18 de aquí en ade<strong>la</strong>nte. en una inversión dramática del<br />
principio básico de <strong>la</strong> ley civilizada, "<strong>la</strong> prueba del delito es una complicación<br />
innecesaria", al menos en lo que respecta a los refugiados extranjeros.<br />
Puede que <strong>la</strong>s puertas estén cerradas, pero el problema no desaparecerá,<br />
por más firmes que sean los cerrojos. Los cerrojos no hacen nada por contro<strong>la</strong>r<br />
o debilitar <strong>la</strong>s fuerzas que causan el desp<strong>la</strong>zamiento; pueden ayudar a<br />
mantener el problema alejado, invisible, lejos de <strong>la</strong> conciencia, pero no pueden<br />
hacerlo desaparecer.<br />
Así es que, cada vez más, los refugiados se encuentran atrapados entre<br />
dos fuegos; más exactamente, en una paradoja. Si bien se los expulsa por<br />
<strong>la</strong> fuerza de su país de origen, o se los atemoriza para que huyan, no se les<br />
permite <strong>la</strong> entrada a ningún otro. No cambian de lugar; pierden su lugar<br />
en <strong>la</strong> tierra, son catapultados hacia <strong>la</strong> nada, a los"non-lieux" de Augé o <strong>la</strong>s<br />
"nowherevilles" de Garreau, a los "Narrenschiffe' de Michel Foucault, a <strong>la</strong><br />
deriva hacia "un lugar sin lugar, que existe por sí mismo, que está cerrado<br />
sobre sí y a <strong>la</strong> vez entregado a <strong>la</strong> vastedad del océano",19 o (como Michel<br />
Agier propone en un artículo de próxima aparición en Ethnography) hacia un<br />
desierto, esa tierra deshabitada por definición. una tierra hostil a los humanos<br />
y rara vez visitada.<br />
Los refugiados se han convertido, en una semb<strong>la</strong>nza caricaturesca de <strong>la</strong><br />
nueva elite del mundo globalizado, en el epítome de <strong>la</strong> extraterritorialidad en<br />
derecha-, hasta un número cada ver mayor de políticos que se definen como de "centroizquierda".<br />
18 Guardian, 26 de noviembre de 2001.<br />
19 Véase Michel Poucaulr, "Oforher spaces", en: Diacritics, 1, 1986, p. 26.