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232 POLíTICAS DE VIDA<br />
entre el principio de realidad y elde p<strong>la</strong>cer fuera un objetivo que pudiera perseguirse<br />
sistemáticamente o una estratagema utilizada constantemente, <strong>la</strong> que<br />
mejor se ajustara a sus intereses. Muchos estudios de mercado y de hábitos del<br />
consumidor guardan un asombroso parecido con <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s detectivescas: en<br />
los re<strong>la</strong>ros que cuentan el nacimiento y <strong>la</strong> entronización de <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong> de consumo,<br />
<strong>la</strong> trama tiende a avanzar imp<strong>la</strong>cablemente hacia el desenmascaramiento<br />
de los culpables y sus maquinaciones. Rara vez hay algún momento en el<br />
que no actúen vil<strong>la</strong>nos, se trate de una conspiración de vendedores, de <strong>la</strong>s intrigas<br />
insidiosas de sus secuaces los publicistas o del <strong>la</strong>vado de cerebros orquestado<br />
por los magnates de los medios. En estos re<strong>la</strong>tos, ya sea de manera explícita<br />
o implícita, los compradores!consumidores aparecen como víctimas de un<br />
daño cerebral colectivo, como víctimas de hipnosis masiva.<br />
Los re<strong>la</strong>tos en cuestión son equívocos, sin ser necesariamente falsos. Tienen<br />
un alto contenido de verdad (ninguno de los vil<strong>la</strong>nos mencionados carece<br />
de culpa: si no como cómplice, al menos como partícipe necesario), pero,<br />
sin embargo, una porción fundamental de <strong>la</strong> verdad permanece sin salir a <strong>la</strong><br />
luz. Lo que falta en <strong>la</strong> trama, lo que se deja fuera, es <strong>la</strong> posibilidad de que, lejos<br />
de ser engañados y de caer en una astuta trampa, los miembros de <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong><br />
de consumo pongan todos sus esfuerzos, como hacen todos los seres<br />
humanos, en responder con sensatez a <strong>la</strong>s condiciones de vida que pueden, o<br />
no, ser razonables y adecuadas para una conducta racional, y garantizar <strong>la</strong><br />
efectividad de <strong>la</strong>s estrategias racionales: en otras pa<strong>la</strong>bras, que bajo ciertas<br />
condiciones, el comportamiento irracional puede tener <strong>la</strong> apariencia de una<br />
estrategia racional, e incluso constituir <strong>la</strong> opción más racional en lo inmediato<br />
entre todas <strong>la</strong>s que se presentan.<br />
Como sabemos por Karl Marx, <strong>la</strong>s condiciones en <strong>la</strong>s que se elige, y que<br />
condicionan cuáles son <strong>la</strong>s opciones que tienen algún viso de realidad o que podrían<br />
ser efectivas y cuáles resultarían abortivas o dudosas, son algo que no puede<br />
elegirse. La gente, efectivamente, hace <strong>la</strong> historia; pero casi nunca, o nunca,<br />
<strong>la</strong> historia que hacen resulta "a <strong>la</strong> medida" de ellos, y rara vez guarda algún<br />
parecido con el resultado final con el que soñaban y que se esforzaban pOt alcanzar.<br />
Los sociólogos dieron en l<strong>la</strong>mar a esa disparidad entre los fines concebidos<br />
racionalmente y los tipos de realidades que surgen de <strong>la</strong> búsqueda de<br />
esos fines <strong>la</strong>s "consecuencias imprevistas" del accionar humano, seña<strong>la</strong>ndo<br />
que todo lo que hay en el mundo que los seres humanos habitan es consecuencia<br />
de sus actos, aunque no el tipo de consecuencia que esperaban o deseaban.<br />
Las condiciones que permitieron el advenimiento de <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong> de