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278 LA SOCIEDAD SITIADA<br />
tantas herramientas y artilugios que aún no han sido descubiertos o inventados<br />
en el imp<strong>la</strong>cable progreso de los hombres hacia el control total de su propio<br />
destino; ramos párrafos del código de <strong>la</strong> vida feliz que aún no han sido<br />
expresados, explicados y agregados al libro de <strong>la</strong> ley; tantas necesidades humanas<br />
todavía insatisfechas porque <strong>la</strong> oferta no es capaz de alcanzar <strong>la</strong> demanda<br />
y <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas industriales no son capaces de alcanzar el volumen necesario<br />
de <strong>la</strong> oferta. Y así uno podría esperar (estar seguro de) que todos los<br />
espacios en b<strong>la</strong>nco de <strong>la</strong> pericia humana acabarían por llenarse, todos los males<br />
serían extirpados de <strong>la</strong> vida social, uno por uno, todas <strong>la</strong>s necesidades serían<br />
satisfechas, todos los preceptos para una vida feliz serían reve<strong>la</strong>dos y acogidos<br />
con júbilo. El camino hacia <strong>la</strong> perfección es, como se sabe, <strong>la</strong>rgo y<br />
escarpado; pero en algún <strong>la</strong>do, allá a lo lejos, hay un puma bien delimitado,<br />
aunque a duras penas visible: <strong>la</strong> línea de llegada. La utopía era el topos que recompensaba<br />
<strong>la</strong>s penurias de los viajeros: el fin del peregrinaje que haría (aunque<br />
de manera retrospectiva) que los padecimientos y tribu<strong>la</strong>ciones pasados<br />
valieran por <strong>la</strong>s dificultades que habían provocado y los esfuerzos empleados<br />
para combatir<strong>la</strong>s y sobreponérseles.<br />
Para <strong>la</strong> época en que se trazaron los p<strong>la</strong>nos de <strong>la</strong>s utopías, el mundo parecía<br />
haber entrado en un estado de revolución permanente. La más terrible dificultad<br />
que debía enfrentar <strong>la</strong> empresa moderna de <strong>la</strong> construcción del orden<br />
eran <strong>la</strong>s constantes dislocaciones, que al parecer no tenían fin, semejantes a<br />
una erupción volcánica seguida de un terremoto seguida de un tornado. El derrumbe<br />
de ámbiros familiares, el quiebre de los <strong>la</strong>zos de amistad y solidaridad<br />
volvían inútiles los comportamientos dictados por <strong>la</strong> costumbre, así como su<br />
aprendizaje, a <strong>la</strong> vez que los nuevos comportamientos aún no comprobados<br />
parecían traicioneros, riesgosos e indignos de confianza, justamente por su novedad<br />
y su falta de comprobación. La utopía debía ponerle fin a rada eso.<br />
Debía ser un bastión de certidumbre y estabilidad: un reino de tranquilidad.<br />
En vez de confusión, aportaría c<strong>la</strong>ridad y seguridad en uno mismo. En<br />
vez de los caprichos del destino, una constante y previsible cadena de causas<br />
y efectos. En vez de <strong>la</strong>berintos, un camino recto y bien señalizado. En vez de<br />
opacidad, transparencia. En vez de azar, una rutina bien arraigada y totalmente<br />
predecible.<br />
En pocas pa<strong>la</strong>bras: los padecimientos de <strong>la</strong> revolución moderna causados<br />
por <strong>la</strong> irritante inconstancia y el aparente azar de <strong>la</strong> vida modernizada y modernizante<br />
que trajo a su paso derivaban de <strong>la</strong> mezc<strong>la</strong> de temor y esperanza<br />
que comportaba <strong>la</strong> libertad, <strong>la</strong> cual arrastraba tanto el miedo a lo desconoci-