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218 POLÍTICAS DE VIDA<br />
ostentaban <strong>la</strong> capacidad de cambiar el mundo para mejor (especialmente, entre<br />
el<strong>la</strong>s, los gobiernos de los Estados-nación, esos reconocidos depositarios y<br />
guardianes de <strong>la</strong> soberanía de acción) responden a <strong>la</strong>s exigencias de los cambios<br />
con <strong>la</strong> cada vez más sacrosanta e incuestionable fórmu<strong>la</strong> TINA (There Is<br />
No Alternative, "No hay otra alternativa"). Exigen mayor "flexibilidad" y mayor<br />
obediencia a <strong>la</strong>s "fuerzas del mercado", y dan a entender que todos nos beneficiaríamos<br />
de un menor control, de una menor injerencia sobre <strong>la</strong>s condiciones<br />
de nuestra vida compartida. La gran pregunta, que p<strong>la</strong>ntea un desafío<br />
para <strong>la</strong> acción política ortodoxa hoy en día, ya no es "qué es lo que hay que<br />
hacer", sino "quién es capaz de hacerlo y estaría dispuesto", sea lo que sea lo<br />
que haya que hacer.<br />
En nuestro mundo en rápida glohalización, <strong>la</strong>s agencias ya no son rival<br />
para <strong>la</strong>s dependencias. Hoy en día, <strong>la</strong> "globalización" no significa más (pero<br />
tampoco menos) que <strong>la</strong> globalidad de nuestras dependencias: ya ninguna localidad<br />
es libre de seguir su propia agenda sin tener que vérse<strong>la</strong>s con <strong>la</strong>s huidizas<br />
y recónditas "finanzas globales" y los "mercados globales", a <strong>la</strong> vez que<br />
todo lo que se hace a nivel local puede tener efectos globales, previstos o no.<br />
Sin embargo, en otros aspectos, <strong>la</strong> globalización ha hecho pocos progresos.<br />
Ciertamente, <strong>la</strong>s instituciones políticas heredadas tras dos siglos de democracia<br />
moderna no han podido seguir a <strong>la</strong> economía en su avance hacia el espacio<br />
global. El resultado, en términos de Manuel Castells, es un mundo en el<br />
que el poder fluye en el espacio global fuera de todo control y del alcance de<br />
<strong>la</strong>s instituciones, mientras que <strong>la</strong> política sigue siendo tan local como siempre.<br />
El poder está más allá del alcance de <strong>la</strong> política. El "sistema global" emergente<br />
es sorprendente y peligrosamente unidimensional, y los sistemas de ese tipo<br />
son notoriamente faltos de equilibrio.<br />
Podríamos encontrar consuelo, si siguiéramos a los panglosianos de hoy,<br />
en que, después de todo, vivimos en una época de transformaciones, y que<br />
cualquier transformación tiene su dosis de desequilibrio y de "retrasos". Podríamos<br />
afirmar, e incluso creer, que <strong>la</strong> falta de correspondencia entre <strong>la</strong> globalidad<br />
de <strong>la</strong> economía y <strong>la</strong> territorialidad de <strong>la</strong> política es un fenómeno<br />
temporario, el resultado de un "retraso político" que pronto habrá de ser reparado.<br />
Esta creencia sirve, ciertamente, de consuelo; el problema es que hay<br />
argumentos, válidos tanto a nivel analítico como empírico, que aconsejan<br />
desestimar<strong>la</strong>. Podría argumentarse que <strong>la</strong> globalización del poder económico<br />
es, por sí misma, <strong>la</strong> causa principal de <strong>la</strong> fragmentación local de <strong>la</strong> política<br />
y de <strong>la</strong>s agencias políticas ortodoxas; que una vez emancipadas del pe-