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260 POLÍTICAS DE VIDA<br />

Ambas cosas llegan rápidamente: camiones cargados del exceso de alimentos<br />

que, para mantener altos los precios y <strong>la</strong>s ganancias de los accionistas, se api<strong>la</strong>n<br />

en los depósiros de los países pudientes; y los obstinados, nobles y devotos<br />

voluntarios de Médicos sin Fronteras que traen medicamentos sobrantes<br />

que, por <strong>la</strong>s mismas razones, llenan los depósitos de <strong>la</strong>s multinacionales farmacéuticas.<br />

No se muestra ni se dice nada de <strong>la</strong>s causas del hambre y de <strong>la</strong><br />

enfermedad crónica. Nada se dice de <strong>la</strong> constante destrucción de modos de<br />

vida por el comercio sans[rontieres. del quiebre de <strong>la</strong>s redes de seguridad sociales<br />

bajo <strong>la</strong> presión de <strong>la</strong>s finanzas sans frontiercs, o de <strong>la</strong> ruina de suelos y<br />

comunidades enteras causada por los monocultivos promocionados por los<br />

vendedores de semil<strong>la</strong>s transgénicas en estrecha cooperación con los misioneros<br />

de <strong>la</strong> racionalidad económica del Banco Mundial o el Fondo Monetario<br />

Internacional. Más bien, se sugiere de manera convincente y enérgica<br />

que lo que se ha visto por TV es una ca<strong>la</strong>midad que se cierne sobre tribus lejanas,<br />

exóticas y "muy distintas de nosotros", que por su propias faltas han<br />

caído en <strong>la</strong> indignidad. Y que, gracias a Dios (o a nuestra prudencia), alguna<br />

gente afortunada y de espíritu noble como nosotros, afortunada por ser<br />

tan sensible e industriosa, está dispuesta a salvar a los desgraciados de <strong>la</strong>s terribles<br />

consecuencias de su ma<strong>la</strong> fortuna y su conducta irreflexiva, motivada<br />

por <strong>la</strong> ignorancia o <strong>la</strong> desidia. Cuando llega el día de Band Aid o de Comic<br />

Relief, <strong>la</strong>s celebridades que intentan atraer nuestra atención, rodeadas de los<br />

experimentados animadores que están ahí para mantenernos atentos y de <strong>la</strong>s<br />

computadoras destinadas a que nos sintamos orgullosos de estar prestando<br />

atención al programa, sostienen el espectáculo de nuestra generosidad y se<br />

emocionan hasta <strong>la</strong>s lágrimas por nosotros mientras nos mantienen informados<br />

del vertiginoso progreso de nuestra caridad. Como por arte de magia,<br />

nos vemos transportados de entre <strong>la</strong>s sombras del escondrijo en el que nos<br />

refugiábamos como cómplices de los malhechores a <strong>la</strong> algarabía del desfile<br />

de los magnánimos y desinteresados chevaliers sans reproche. Nuestra responsabilidad<br />

común por <strong>la</strong>s desgracias humanas que se nos invita a reparar no<br />

se insinúa en ningún momento, y no echa a perder el festival de nuestra mutua<br />

absolución. Se remuerde <strong>la</strong> conciencia y se <strong>la</strong> ap<strong>la</strong>ca, simultáneamente,<br />

en un solo gesto caritativo-<br />

Kapuscinski descubre <strong>la</strong> brecha que hay entre ver y saber. Sin embargo, se<br />

abre una brecha aún mayor entre saber y actuar. Si cobráramos conciencia,<br />

contra toda posibilidad, de <strong>la</strong> miseria humana que se nos presenta, ¿qué podríamos<br />

hacer (si es que hay algo) para erradicar<strong>la</strong>, sin pensar ya en evitar que

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