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74 POLÍTICA GLOBAL<br />
sobre <strong>la</strong>s <strong>sociedad</strong>es humanas es precisamente esa circunstancia: el hecho de<br />
que ninguna <strong>sociedad</strong> pueda decirse "cumplidamente justa", y que todas <strong>la</strong>s<br />
<strong>sociedad</strong>es piensen de sí mismas, ti otras se lo muestren, que no son lo suficientemente<br />
justas. El anhelo de justicia impide que el cuerpo político permanezca<br />
estático. Una <strong>sociedad</strong> es justa en tanto y en cuanto nunca deje de criticar<br />
el nivel de justicia que ha alcanzado y busque, cada vez, más y mejor<br />
justicia.<br />
Por lo tanto, un sistema de gobierno, el Estado, no es cualquier concurrencia<br />
de personas. Para formar un sistema de gobierno no alcanza con que<br />
cierta cantidad de gente habite el mismo territorio. Tampoco alcanza, como<br />
insiste Aristóteles, con que toda esa gente "tenga el derecho a presentar una<br />
demanda en <strong>la</strong> corte, y a que le presenten una". La concesión del derecho a<br />
entab<strong>la</strong>r demandas está lejos de ser suficiente para satisfacer <strong>la</strong>s duras exigencias<br />
de <strong>la</strong> justicia. No hace más que otorgar a los sujetos <strong>la</strong> protección del Estado,<br />
y el derecho a exigir resarcimiento, en caso de que se sientan dañados u<br />
ofendidos por otros sujetos y en caso de que <strong>la</strong>s leyes del Estado prohíban o<br />
desautoricen ese daño u ofensa. Nada dice, sin embargo, acerca de <strong>la</strong> naturaleza<br />
de esas leyes. En particu<strong>la</strong>r, guarda silencio en cuanto a si <strong>la</strong>s leyes del Estado<br />
coinciden o no, y hasta qué punto, con lo que <strong>la</strong> gente que integra ese<br />
sistema de gobierno considera "justicia". Nada dice acerca del deber de los legis<strong>la</strong>dores<br />
de prestarle oídos a <strong>la</strong> idea de justicia que tiene <strong>la</strong> gente. Puede vislumbrarse<br />
una alusión a <strong>la</strong> idea aristotélica de ciudadanía en <strong>la</strong>s observaciones<br />
críticas del suspicaz comentarista político joe Klein en el New Yorker del<br />
4 de junio de 2001: "El gobierno se ha convertido en una forma de consumismo,<br />
y no de ciudadanía: uno compra el partido que aparentemente le<br />
ofrece un mejor negocio o mejores servicios". Utilizando el vocabu<strong>la</strong>rio de estos<br />
tiempos, podríamos decir que ser ciudadano no alcanza para ser consumidor<br />
de los servicios estatales.<br />
Los seres humanos, conocedores de <strong>la</strong> diferencia entre el bien y el mal, no<br />
estarían satisfechos con ningún acuerdo, por más acomodado y agradable que<br />
éste pudiera ser, que les quitara roda participación a <strong>la</strong> hora de decidir entre<br />
lo justo y lo injusto. Ser miembro de un sistema de gobierno no se reduce a<br />
utilizar <strong>la</strong>s leyes para <strong>la</strong> propia protección o el ascenso personal. Necesariamente,<br />
debe comprender <strong>la</strong> participación en <strong>la</strong> formación de <strong>la</strong>s leyes y el<br />
cuidado de que <strong>la</strong>s leyes, una vez formadas, sean armónicas con <strong>la</strong> idea de<br />
justicia. Sólo un sujeto del Estado que reúna esas condiciones puede ser l<strong>la</strong>mado<br />
"ciudadano". "La característica particu<strong>la</strong>r" del ciudadano, según Aris-