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164 POLÍTICAS DE VIDA<br />

neca debía ser <strong>la</strong>boriosamente analizada, día a día, en un esfuerzo inc<strong>la</strong>udicable<br />

que pocos podrían permitirse, y que menos aún disfrutarían y llevarían a<br />

cabo voluntariamente. La adopción del programa de Séneca exigía rechazar <strong>la</strong>s<br />

ordinarias costumbres de <strong>la</strong> mayoría. Exigía que uno se apartara del "común<br />

de <strong>la</strong> gente". Traía aparejado un "espléndido ais<strong>la</strong>miento", al colocarse uno<br />

mismo sobre el resto: <strong>la</strong> constitución de sí, en oposición a <strong>la</strong> "enloquecedora<br />

multitud". El programa de Séneca estaba l<strong>la</strong>mado a ser, simultáneamente, una<br />

dec<strong>la</strong>ración de independencia uni<strong>la</strong>teral, y un puesto fronterizo.<br />

La felicidad de Séneca, permítase me recordarlo, equivalía a <strong>la</strong> libertad del<br />

temor a <strong>la</strong> muerte. Pero el modo más seguro de derrotar ese temor es anu<strong>la</strong>r<br />

<strong>la</strong> finalidad de <strong>la</strong> muerte y revocar su sentencia a un eterno no-ser. No habría<br />

por qué temer <strong>la</strong> muerte si el ser no terminara con <strong>la</strong> vida corpórea. La muerte<br />

no sería más que un cambio de vestimenta si en el <strong>la</strong>pso de <strong>la</strong> vida corpórea<br />

existieran cosas que fueran a sobrevivir después de <strong>la</strong> muerte, que tras <strong>la</strong><br />

desaparición del cuerpo físico permanecieran intactas y sin merma. Esas cosas<br />

son <strong>la</strong> virtud y el pensamiento, y es por eso que Séneca <strong>la</strong>s trata a <strong>la</strong>s dos.<br />

La uita contemp<strong>la</strong>tiva y <strong>la</strong> virtus son imperecederas. Los pensamientos son<br />

inmortales, así como <strong>la</strong> virtud: ambos viven para siempre en <strong>la</strong> memoria y en<br />

<strong>la</strong>s obras de quienes por propia voluntad los adoptan.<br />

Éstas son <strong>la</strong>s moradas de los más nobles intelectos: escoge aquel<strong>la</strong> en <strong>la</strong> que<br />

querrías ser adoptado, y no sólo heredarás su nombre, sino también su posesión.<br />

No necesitarás guardar<strong>la</strong> ni con saña ni con celo: cuanto más <strong>la</strong> compartas,<br />

más grande habrá de hacerse. El<strong>la</strong>s te ofrecerán un camino hacia <strong>la</strong> inmortalidad,<br />

y te llevarán a una altura de <strong>la</strong> que nadie puede ser precipitado. Ésta<br />

es <strong>la</strong> única manera de prolongar <strong>la</strong> mortalidad, incluso de convertir<strong>la</strong> en inmortalidad.')<br />

Vincu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> felicidad con <strong>la</strong> inmortalidad y <strong>la</strong> inmortalidad con <strong>la</strong> vida del<br />

pensamiento y <strong>la</strong> virtud hace de <strong>la</strong> felicidad un privilegio. Un privilegio ganado<br />

con mucho esfuerzo, que sólo unos pocos pueden intentar obtener, y<br />

que sólo los más talentosos, elevados y devotos, pueden alcanzar. Si de eso se<br />

trata <strong>la</strong> felicidad, entonces "el resto" de los seres humanos, <strong>la</strong> gran mayoría,<br />

está condenada a <strong>la</strong> vida de p<strong>la</strong>cer, a una vida dedicada al panem et circenses,<br />

a llenarse <strong>la</strong> barriga y a divertirse. El p<strong>la</strong>cer no es felicidad, tanto como que<br />

') Séneca, "On che shorruess oflife", oh. cit., p. 77.

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