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CONSUMIRSE LA VIDA 241<br />
suceden el uno al otro. Por <strong>la</strong> otra, no hay razones para preocuparse de que<br />
los fantasmas abusen de <strong>la</strong> hospitalidad concedida, y de que su negativa a<br />
abandonar el escenario de <strong>la</strong>s piezas teatrales del futuro, aún por escribirse,<br />
arruine <strong>la</strong> diversión de <strong>la</strong> futura cacería.<br />
El mercado de consumo ofrece <strong>la</strong> posibilidad de elegir, junto con <strong>la</strong> seguridad<br />
de que esa elección será correcta: <strong>la</strong> autoridad de los expertos y los recónditos<br />
conocimientos que se les atribuyen, o <strong>la</strong> ap<strong>la</strong>stante multitud de<br />
compradores satisfechos, o una enorme demanda que sobrepasa <strong>la</strong> oferta son<br />
motivos que, como reg<strong>la</strong>, aparecen en <strong>la</strong>s mismas etiquetas de los productos.<br />
A <strong>la</strong> vez, los vendedores no guardan en secreto el hecho de que, de manera<br />
inevitable, los productos que se ofrecen actualmente serán reemp<strong>la</strong>zados por<br />
otros "nuevos y mejorados", y los consumidores no se sienten en absoluto desalentados<br />
por saber que eso ha de ocurrir en cualquier momento. Al contrario,<br />
el hecho de que lo sepan es una parte vital de <strong>la</strong> seguridad que buscan: es<br />
reconfortante saber que ninguna decisión es definitiva, que ninguna tiene<br />
consecuencias irreversibles, que se <strong>la</strong> puede tomar tranqui<strong>la</strong>mente, porque<br />
como toda otra decisión, no afecta a quien decide sino "hasta nuevo aviso".<br />
PermÍtasenos hacer notar que, dado que esa conciencia es compartida por los<br />
compradores y los vendedores, no hay desilusión lo suficientemente concluyente<br />
como para invalidar <strong>la</strong> racionalidad del juego y <strong>la</strong> conveniencia de jugarlo.<br />
El juego de "constantemente terminar y comenzar desde el principio"<br />
se propulsa y propaga a sí mismo, a salvo de toda comprobación o experimentum<br />
crucis de su inutilidad última.<br />
Alimentar <strong>la</strong> incertidumbre,<br />
alimentarse de <strong>la</strong> incertidumbre<br />
El juego se autoperpetúa por otra razón adicional. Es adictivo: <strong>la</strong> participaci6n<br />
prolongada en el juego del consumo da como resultado <strong>la</strong> incapacidad de<br />
buscar "soluciones biográficas a contradicciones sistémicas" por cualquier otra<br />
vía. Convertirse en consumidor significa depender del mercado de consumo<br />
para sobrevivir, e incluso para llevar a cabo <strong>la</strong>s rutinas cotidianas. Significa olvidar<br />
o nunca aprender <strong>la</strong>s capacidades necesarias para hacerles frente a los desafíos<br />
de <strong>la</strong> vida, con excepción de <strong>la</strong> capacidad para buscar (y, con suerte, encontrar)<br />
entre los productos que el mercado ofrece el objeto, servicio o consejo<br />
adecuado (en una versión de Cenicienta preparada por el Canal 4 para año