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LA (lNIFELICIDAD DE LOS PLACERES INCIERTOS 177<br />
cual se medía <strong>la</strong> decencia de <strong>la</strong> vida. Los profetas de <strong>la</strong>s maravil<strong>la</strong>s, que el conocimiento<br />
y el saber con su progreso imparable habrían de deparamos eventualmente,<br />
estuvieron totalmente de acuerdo con <strong>la</strong> opinión instruida de su<br />
tiempo. Esa opinión, a su vez, no era más que una versión sofisticada del sentido<br />
común. Si <strong>la</strong> felicidad equivaliera a <strong>la</strong> libertad respecto del deseo y el deseo<br />
a <strong>la</strong> falta de satisfacción de <strong>la</strong>s necesidades, y si se conociera <strong>la</strong> suma de <strong>la</strong>s<br />
necesidades humanas de una vez y para siempre, entonces ni bien supiéramos<br />
cómo procurarnos <strong>la</strong> cantidad de bienes necesaria para satisfacer <strong>la</strong>s necesidades<br />
y nos reuniéramos para actuar en función de ese saber, ergo, <strong>la</strong> felicidad se<br />
haría realidad. De modo que <strong>la</strong> implementación del derecho a <strong>la</strong> felicidad no<br />
era más que una cuestión de tiempo...<br />
En pocas pa<strong>la</strong>bras: uno podía creer en el progreso siempre y cuando se lo<br />
entendiera como el camino hacia una meta conocida previamente; un trayecto<br />
con una línea de llegada, en función de <strong>la</strong> cual uno podría p<strong>la</strong>nificar, kilómetro<br />
a kilómetro, los pasos sucesivos a seguir. Uno podía creer en el progreso<br />
y confiar en su inminencia siempre y cuando pudiera verlo como un<br />
movimiento con un teLos. Y era más fácil que uno creyera gracias al carácter<br />
tangiblemente concreto de un teLos identificado con <strong>la</strong> felicidad universal,<br />
identificada con el total de <strong>la</strong> suma de <strong>la</strong>s necesidades humanas, identificada<br />
con <strong>la</strong> suma de <strong>la</strong>s penurias aún por venir. Era mucho más fácil creer en el<br />
progreso gracias a <strong>la</strong> convicción de que el progreso tenía un objetivoy que ese<br />
objetivo era "acabar con <strong>la</strong> tarea", llegar a un punro en el que ya no se necesitara<br />
más progreso. Esa convicción, de manera alentadora y tranquilizadora,<br />
modeló al progreso a <strong>la</strong> medida de una tarea, y de una capacidad, humana,<br />
demasiado humana.<br />
La satisjácción en búsqueda de necesidades<br />
No era ésta, sin embargo, <strong>la</strong> manera en que fracasaría el apasionado y emotivo,<br />
aunque breve, romance con el progreso.<br />
Por cierto, como se había predicho, nos ilusiona cada vez menos <strong>la</strong> felicidad<br />
que el fututo pueda deparade a <strong>la</strong> raza humana y el progreso que habrá<br />
de llevarnos hacia el<strong>la</strong>. No solemos pensar el futuro como un depósito de dichas<br />
sin precedentes que harían de nuestros p<strong>la</strong>ceres actuales motivo de risa.<br />
Ya no estamos tan seguros de que el cambio sea una bendición incontrovertible<br />
y de que "futuro" y "mejor" sean sinónimos. De hecho, más bien pare-