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CONSUMIRSE LA VIDA 225<br />
más que lo que les era necesario para <strong>la</strong> mera supervivencia: vivir a <strong>la</strong> manera<br />
humana p<strong>la</strong>nteaba exigencias que superaban <strong>la</strong>s necesidades de <strong>la</strong> existencia<br />
"meramente biológica" al incluir parámetros sociales, más e<strong>la</strong>borados, de<br />
decencia, corrección, "buena vida". Puede que esos parámetros se hayan incrementado<br />
con el tiempo, pero el punto es que en el pasado el total de "bienes<br />
consumibles" que eran necesarios para igua<strong>la</strong>r esos parámetros se mantenía<br />
en un nivel constante: tenía su límite superior y su límite inferior. Los<br />
límites se trazaban en base a <strong>la</strong>s actividades que había que llevar a cabo: antes<br />
de que los seres humanos pudieran ponerse en acción, había que alimentarlos,<br />
calzarlos y darles un techo, y todo eso "de <strong>la</strong> manera adecuada". Tenían<br />
un número fijo de "necesidades" que debían "satisfacer" para sobrevivir. Pero<br />
el consumo, en tanto servidor de <strong>la</strong> necesidad, tenía que justificarse en otros<br />
términos más allá de sí mismo. La supervivencia (biológica y social) era el<br />
propósito del consumo, y una vez que se alcanzaba ese propósito (una vez que<br />
<strong>la</strong>s "necesidades" eran "satisfechas"), no tenía sentido seguir consumiendo.<br />
Quedar por debajo de los parámerros de consumo era algo que podía reprochárselc<br />
éticamente al resto de <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong>, pero ir más allá era, del mismo<br />
modo, una falta ética, aunque esta vez de carácter personal. Dejarse llevar por<br />
los p<strong>la</strong>ceres de <strong>la</strong> carne, <strong>la</strong> gu<strong>la</strong> y el exceso era muy mal visto, si no es que se<br />
lo condenaba como un pecado mortal, mientras que Thorstein Veblen, aún<br />
en el umbral de <strong>la</strong> era del consumo, se <strong>la</strong>mentó de que el consumo "conspicuo"<br />
u "ostentoso" no tenía otro objeto que <strong>la</strong> vanidad y el engreimiento.<br />
El rasgo distintivo de <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong> de consumo y de su cultura consumista<br />
no es, sin embargo, e! consumo como tal; ni siquiera e! elevado y cada<br />
vez más creciente volumen del consumo. Lo que diferencia a los miembros<br />
de <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong> de consumo de sus antepasados es <strong>la</strong> emancipación de! consumo<br />
de <strong>la</strong> antigua instrumentalidad que solía marcar sus límites: <strong>la</strong> desaparición<br />
de <strong>la</strong>s "normas" y <strong>la</strong> nueva p<strong>la</strong>sticidad de <strong>la</strong>s "necesidades" que liberan<br />
al consumo de trabas funcionales y lo exoneran de <strong>la</strong> necesidad de<br />
justificarse en otros términos que su capacidad de reportar p<strong>la</strong>cer. En <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong><br />
de consumo, el consumo es su propio fin, y por ende, un fin autopropulsado.<br />
La psicología orrodoxa definía <strong>la</strong> "necesidad" como un esrado<br />
de tensión que eventualmente tiende a dispersarse y desaparecer una vez que<br />
esa necesidad ha sido satisfecha. La necesidad que pone en movimiento a los<br />
miembros de <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong> de consumo es, por e! contrario, <strong>la</strong> necesidad de<br />
mantener viva esa misma tensión, fortaleciéndo<strong>la</strong>, de ser posible, a cada paso.<br />
Nuestros antepasados podían permitirse recomendar el "ap<strong>la</strong>zamiento de