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CONSUMIRSE LA VIDA 227<br />

de producción, distribución y comercialización; una parte que <strong>la</strong> competencia<br />

tiende a ensanchar cada vez más en vez de reducir<strong>la</strong>.<br />

Pero, como sugiere Harvie Ferguson, el consumismo en su forma actual<br />

(afortunadamente para los productores y vendedores de bienes de consumo)<br />

"no se basa en <strong>la</strong> regu<strong>la</strong>ción (esrimu<strong>la</strong>ción) del deseo, sino en <strong>la</strong> liberación de<br />

fantasías inciertas". Las "necesidades", terriblemente restrictivas, ya tuvieron<br />

su época, en <strong>la</strong> que constituían el motivo principal para el consumo, pero ni<br />

siquiera los deseos que vinieron a reemp<strong>la</strong>zar<strong>la</strong>s lograron hacerse con el poder<br />

suficiente para mantener en marcha <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong> de consumo. El concepto<br />

de deseo, observa Ferguson,<br />

une el consumo a <strong>la</strong> expresión de <strong>la</strong> identidad, y a conceptos ligados al gusto<br />

y a <strong>la</strong> discriminación. H individuo se expresa por medio de sus posesiones.<br />

Pero para <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong> capitalista avanzada, dedicada a <strong>la</strong> continua expansión<br />

de <strong>la</strong> producción, éste es un marco psicológico demasiado Iimiranre, que en<br />

último término da origen a una "economía" psíquica bastante diferente. El<br />

anhelo reemp<strong>la</strong>za al deseo como fuerza que motiva al consumo."<br />

La historia del consumismo es <strong>la</strong> historia de cómo se fueron quebrando y<br />

apartando los sucesivos obstáculos, resistentes y "sólidos", que evitaban que<br />

<strong>la</strong> fantasía vo<strong>la</strong>ra con libertad absoluta, y que, en términos de Freud, reducían<br />

el "principio de p<strong>la</strong>cer" a <strong>la</strong> medida del "principio de realidad". La "necesidad",<br />

a <strong>la</strong> que los economistas del siglo XIXconsideraban <strong>la</strong> "solidez" personificada<br />

-inflexible, eternamente circunscrita y finita-, fue descartada, y en<br />

un primer momento se <strong>la</strong> reemp<strong>la</strong>zó por el deseo, mucho más "fluido" y fácil<br />

de propagar que <strong>la</strong> necesidad a causa de sus vínculos, más o menos ilícitos,<br />

con pretensiones de autenticidad, plásticas y veleidosas, y con el "ser interior"<br />

en busca de expresión. Ahora, sin embargo, le llega al deseo su<br />

momento de ser descartado. El deseo ya agotó su vida útil: tras haber llevado<br />

<strong>la</strong> adicción de los consumidores hasta el punto en que se encuentra, ya no<br />

puede mantener el ritmo. Es necesario un estimu<strong>la</strong>nte más poderoso, y sobre<br />

todo más versátil, para mantener <strong>la</strong> aceleración de <strong>la</strong> demanda de consumo a<br />

<strong>la</strong> par de <strong>la</strong> creciente oferta. El "anhelo" es elsustituto tan necesario: completa<br />

<strong>la</strong> liberación del principio de p<strong>la</strong>cer, purgando los últimos residuos de cualquier<br />

impedimento que aún pueda oponerle el "principio de realidad": final-<br />

Harvie Pcrguson, The LUTe o/Dreams: Sigmund Freud and the Construction o/Modemity:<br />

Roudedge, 1996, p. 205.

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