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]56 POLÍTTCAS DE VIDA<br />
dedicada al cuidado de posesiones que sean dignas de deseo y de esfuerzo. Estas<br />
últimas características dejaron esa concepción de <strong>la</strong> "vida feliz", por así decirlo,<br />
abierta: aquello que resulta digno de atención y lo que no en <strong>la</strong> búsqueda<br />
de <strong>la</strong> felicidad y aquello que es indispensable o que es redundante para una<br />
vida feliz es cuestión de opiniones. Y siempre está <strong>la</strong> posibilidad del pleonasmo;<br />
uno tiene derecho a sospechar que <strong>la</strong>s cosas cuya posesión se ensalza por<br />
hacer feliz <strong>la</strong> vida son "dignas" no gracias a su propio potencial intrínseco de<br />
generar felicidad, sino porque han sido convertidas en objetos de deseo por<br />
medio de adiestramiento mental, adoctrinamiento ideológico, propaganda o<br />
por una campaña publicitaria.<br />
La última de <strong>la</strong>s nociones de "felicidad" que Tatarkiewicz distingue también<br />
evidencia una conexión filosófica, y está también teóricamente cargada.<br />
Como el sentido anterior, no suele hallárse<strong>la</strong> en el uso contemporáneo;<br />
y como aquél, si aparece es siempre para provocar controversias. Tararkiewicz<br />
cita a Goethe, que a los 81 años dec<strong>la</strong>ró que era feliz y que le gustaría<br />
vivir su vida por segunda vez. Goethe se refirió a <strong>la</strong> totalidad de <strong>la</strong> vida, <strong>la</strong><br />
vida como totalidad. Esa totalidad había comprendido momentos de intensa<br />
alegría, pero seguramente no había sido escasa en sufrimientos y frustraciones;<br />
de hecho, seis años antes el mismo Goethe había admitido que si miraba<br />
hacia atrás, no era capaz de encontrar, a lo <strong>la</strong>rgo de su <strong>la</strong>rga vida, el<br />
mero <strong>la</strong>pso de un mes de felicidad completa y continua. Obviamente, <strong>la</strong> sentencia<br />
de Goethe se refería al ba<strong>la</strong>nce de su vida, y por eso no contradecía lo<br />
que seis años antes había admitido. No había contradicción entre <strong>la</strong>s dos<br />
proposiciones, insiste Tatarkiewicz, porque <strong>la</strong> sentencia pronunciada sobre<br />
el valor de <strong>la</strong> vida como un todo no se basa ni puede basarse en el cálculo<br />
del total de <strong>la</strong> suma de momentos de felicidad. Sólo puede hacer referencia<br />
al justo equilibrio entre alegrías y pesares, ambas cosas indispensables para<br />
una vida "bien temperada".<br />
Ocurre que tanto en el hab<strong>la</strong> corriente como en <strong>la</strong> jerga especializada, el<br />
término "felicidad" se emplea en los cuatro sentidos descritos. Valiéndonos de<br />
sinónimos que sabemos cercanos, podríamos decir que se trata de sentidos<br />
transmitidos respectivamente por los conceptos de buena fortuna, p<strong>la</strong>cer, satisfacción<br />
y buena vida. Cada uno de los cuatro significados carece de <strong>la</strong> precisión<br />
que exigen los parámetros fijados para <strong>la</strong>s definiciones científicas. Lo<br />
que es más, sólo se los podría separar tajantemente mediante una refinada argumentación<br />
filosófica, pero difícilmente en el ámbito de <strong>la</strong> experiencia humana<br />
y en el de <strong>la</strong> comunicación que se entab<strong>la</strong> para compartir esa experien-