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226 POLÍTICAS DE VIDA<br />

<strong>la</strong> satisfacción". La <strong>sociedad</strong> de consumo proc<strong>la</strong>ma abiertamente <strong>la</strong> imposibilidadde<br />

<strong>la</strong> satisfacción, y mide su progreso en términos de una demanda que<br />

crece exponencialmente.<br />

Para evitar confusiones, sería mejor continuar hab<strong>la</strong>ndo del fatídico cambio<br />

en <strong>la</strong> naturaleza del consumo y deshacerse por completo del concepto de<br />

"necesidad", aceptando que <strong>la</strong> <strong>sociedad</strong> de consumo y el consumismo no tienen<br />

nada que ver con satisfacer necesidades, ni siquiera con <strong>la</strong>s más trascendentes<br />

ligadas a <strong>la</strong> subjetivación, o a una "adecuada" seguridad en uno mismo. El<br />

espíritu que mueve <strong>la</strong> actividad de consumo no es una serie de necesidades<br />

articu<strong>la</strong>das, y mucho menos fijas, sino el deseo, un fenómeno mucho más volátil<br />

y efímero, huidizo y caprichoso, y esencialmente no referencial; una motivación<br />

que se da origen y se perpetúa a sí misma, que no exige justificación<br />

o disculpa alguna, en términos de un objetivo o de una causa. A pesar de sus<br />

sucesivas y siempre efímeras reificaciones, el deseo es "narcisista": su objeto<br />

primordial es él mismo, y eso lo condena a no poder saciarse, sin importar<br />

cuán alta sea <strong>la</strong> montaña de objetos (físicos o psíquicos) que se api<strong>la</strong>n para<br />

marcar su derrotero pasado. La "supervivencia' que está en juego no es <strong>la</strong> del<br />

cuerpo o <strong>la</strong> identidad social del consumidor, sino <strong>la</strong> del propio deseo: el deseo<br />

que hace al consumidor, el deseo de consumir que todo lo consume.<br />

Necesidad, deseo, anhelo<br />

y sin embargo, más allá de sus ventajas evidentes sobre otras necesidades<br />

mucho menos maleables, inertes o muy lentas, el deseo le ponía a <strong>la</strong> predisposición<br />

para comprar de los consumidores más trabas que <strong>la</strong> que los distribuidores<br />

y comerciantes de bienes de consumo consideraban provechosa, e<br />

incluso tolerable. Después de todo, se necesita invertir tiempo, esfuerzo y dinero<br />

para suscitar el deseo, llevarlo a <strong>la</strong> temperatura adecuada y canalizarlo<br />

en <strong>la</strong> dirección correcta; pero ni siquiera eso es suficiente: como Geoff Williams<br />

les recuerda a los aspirantes a proveedores de bienes de consumo (en el<br />

número de agosto de 1999 de <strong>la</strong> revista norteamericana Entrepeneur), jamás<br />

debe permitirse que los consumidores "despierten" de sus "sueños", por lo<br />

que lo proveedores de mercancías deben "esforzarse por asegurar un mensaje<br />

consistente". Es necesario "producir" todo el tiempo, y a un alto costo, nuevos<br />

consumidores guiados por el deseo. En efecto, <strong>la</strong> producción de consumidores<br />

se come una parte intolerablemente sustancial de los costos totales

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