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LA GRAN SEPARACION, SEGUNDA FASE 81<br />
Al ver simultáneamente estimu<strong>la</strong>do y frustrado su "narcisismo individuar', los<br />
individuos desilusionados buscan compensación, y <strong>la</strong> encuentran, en el "narcisismo<br />
colectivo que les restituye como individuos algo de <strong>la</strong> autoestima que <strong>la</strong><br />
misma colectividad les quita y que esperan recuperar por completo por medio<br />
de su engañosa identificación con aquél<strong>la</strong>". Por otra parte, sin embargo, "el tema<br />
religioso de <strong>la</strong> corrupción de <strong>la</strong> humanidad a parrir de <strong>la</strong> caída de Adán<br />
adopta un nuevo disfraz, ya radicalmente secu<strong>la</strong>rizado en Hobbes. distorsionado<br />
al servicio del mal en sí mismo. Debido a que es supuestamente imposible<br />
que <strong>la</strong> gente establezca un orden justo, se les encomienda el existente orden injusto.<br />
Lo que Thomas Mann, al criticar a Spengler, l<strong>la</strong>mó el 'derrotismo de <strong>la</strong><br />
humanidad' se ha expandido universalmente". A los individuos les sentaban<br />
mal unas responsabilidades que se les antojaban prácticamente imposibles de<br />
manejar; y los gobernantes del Estado estaban ansiosos de aliviarlos de sus responsabilidades<br />
individuales, quitándoles con ello <strong>la</strong> libertad a sus sujetos.<br />
Pocos pensadores del siglo pasado (y su númeto fue disminuyendo a medida<br />
que pasaba el siglo) dieron demasiado crédito a <strong>la</strong>s posibilidades de <strong>la</strong><br />
democracia postu<strong>la</strong>da por Aristóteles como <strong>la</strong> unión de un sistema de gobierno<br />
autónomo con sus ciudadanos también autónomos. Algunos se <strong>la</strong>mentaron<br />
al esfumarse los sueños de <strong>la</strong> Ilustración; otros vertieron unas pocas<br />
lágrimas en el funeral de algo que desde un principio consideraban una<br />
ilusión abortiva y condenada al fracaso, el hijo bastardo de unas esperanzas<br />
insensatas. Pero casi ninguno predijo para <strong>la</strong> democracia un futuro <strong>la</strong>rgo, y<br />
menos aún apacible. Las opiniones más disímiles dejaban traslucir un fundamento<br />
común: acordaban firmemente en que el poder del Estado crecería en<br />
proporción inversa con el de sus sujetos. Los observadores estaban de acuerdo<br />
en que era posible que el co<strong>la</strong>pso de <strong>la</strong>s ilusiones democráticas hubiera estado<br />
determinado desde un principio por <strong>la</strong> endémica incapacidad de los individuos<br />
para <strong>la</strong> autodeterminación (en particu<strong>la</strong>r, para <strong>la</strong> autodeterminación<br />
autónoma y <strong>la</strong> independencia de criterio que <strong>la</strong> democracia exige), pero que<br />
de todos modos, serían el Estado y sus gobernantes ávidos de poder quienes<br />
en último término le darían el [OUp de gráce final.<br />
La nueva encarnación del Gran Hermano<br />
Para medir <strong>la</strong> distancia que separa a <strong>la</strong> generación actual y a sus temores de<br />
los temores que articu<strong>la</strong>ron Adorno, Arendt, Cassirer, Frornrn, Huxley u Or-