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DE ESPECTADOR A ACTOR 269<br />

Es cierto, no hay garantías de que habrá una respuesta, o de que cuando se<br />

<strong>la</strong> formule se <strong>la</strong> vaya a escuchar, o de que cuando se <strong>la</strong> escuche se <strong>la</strong> vaya a aceptar.<br />

Pero no hay otra forma de saber más que intentar ensayar una respuesta y<br />

someter<strong>la</strong> a consideración de nuestros congéneres. Es deber del sociólogo seña<strong>la</strong>r<br />

c<strong>la</strong>ramente <strong>la</strong> "subdeterrninación" de todas <strong>la</strong>s soluciones concebibles de<br />

problema común; presentar detal<strong>la</strong>damente <strong>la</strong>s complejidades que supone el<br />

mero p<strong>la</strong>nteo de <strong>la</strong> tarea y el intento por llevar<strong>la</strong> a cabo bajo condiciones de<br />

aguda incertidumbre, Y permírasenos hacer norar que <strong>la</strong> vaguedad y ambigüedad<br />

con <strong>la</strong> que se ha esbozado el arduo camino de ser espectador a ser actor<br />

moral no difiere mucho de <strong>la</strong> incompletud de otro concepto (hábilmente<br />

cuestionado por Roben Fine refiriéndose a Hannah Arendr)." "no tanto una<br />

carencia como una prescripción para emitir juicios y tomar decisiones con <strong>la</strong>s<br />

herramientas que tenemos a mano". Puede que ésta sea <strong>la</strong> suerte de todo discurso<br />

comprometido: no puede evitar entregarle rehenes al destino. O más bien<br />

entregarle rehenes no tanto al destino como al diálogo, con <strong>la</strong> esperanza de que<br />

crezca el número de que los que se mantienen hoy en silencio, por falta de interés<br />

u ocupados haciendo otra cosa, eventualmente participen y sumen sus<br />

voces para enriquecer y fortalecer el diálogo. No hay más remedio para el sfndrome<br />

del silencio y <strong>la</strong> indiferencia que el discurso comprometido.<br />

No puede prometérseles más que un duro camino cuesta arriba a quienes<br />

abjuren de su condición de espectadores, así como a aquellos que querrían<br />

que los espectadores adquirieran los medios y <strong>la</strong> determinación necesarios para<br />

elevarse a <strong>la</strong> condición de actores morales. Ambos deben aún encontrar los<br />

medios, así como el valor y <strong>la</strong> voluntad que se necesitan para aplicarlos. El<br />

objetivo que deben servir y si es posible alcanzar difícilmente podría expresarse<br />

mejor de lo que lo hizo Hannah Arendr cuando dirigió una mirada retrospectiva<br />

a los males de un "siglo de espectadores". La tarea, advirtió, era<br />

"asumir <strong>la</strong> responsabilidad por todo crimen cometido por seres humanos, que<br />

a nadie se le asigne el monopolio sobre <strong>la</strong> culpa y que no se considere a na<br />

die superior, y que los buenos ciudadanos, sobrecogidos de terror ante los crimenes<br />

alemanes, no digan '¡Gracias a Dios, no soy así!', sino que reconozcan<br />

temb<strong>la</strong>ndo y temerosos, el mal incalcu<strong>la</strong>ble del que <strong>la</strong> humanidad es capaz,y<br />

que lo combatan con audacia, a sol ya sombra, en todas partes" .IG<br />

1'; Véase Roben Fine, "Crirnes against humaniry: Hannah Arendr and (he Nuremberg debates",<br />

en: European Joumal ofSocial Theory, 3. 2000, pp. 293-311.<br />

16 Hannah Arendt, Essays in Understanding, Harcourt Brace, 1994, p. 132.

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