Reconfigurando territorios

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FUNDACIÓN TIERRA
El presente estudio se dedica especialmente a
considerar esta dimensión del conflicto por la
tierra, que podemos denominar “conflictos de
baja intensidad”. Para su realización se ha recogido,
mediante talleres internos, entrevistas
y trabajo de campo, la experiencia institucional
proveniente años de trabajo directo de acompañamiento
y asesoramiento directo a personas,
familias y organizaciones comunales relacionado
con procesos de fortalecimiento de capacidades
y liderazgos sobre la ley y las políticas
agrarias, metodologías de conciliación de conflictos,
saneamiento interno, audiencias de conciliación,
gestión de documentos personales en
comunidades aymaras del altiplano norte de
La Paz (principalmente los municipios de Jesús
de Machaca, San Andrés de Machaca, Viacha,
Tiahuanaku, Carabuco y Achacachi), comunidades
quechuas de Chuquisaca centro y norte
(municipios de Tarabuco, Zudáñez, Mojocoya,
Icla, Tomina, El Villar, Padilla, Sopachuy, Tarvita,
Azurduy y Villa Serrano) y comunidades indígenas
chiquitanas de la provincia Velasco del
departamento de Santa Cruz (municipios de San
Ignacio de Velasco, San Rafael y San Miguel).
1. Descripción poblacional y definiciones
conceptuales
Las comunidades aymaras del altiplano norte en
La Paz y las comunidades quechuas de Chuquisaca
Centro y Norte tienen bastante en común.
Se trata de regiones donde se encuentran comunidades
de ex hacienda (establecidas en el
espacio territorial de las antiguas haciendas
que fueron afectadas por la Reforma Agraria
de 1953 y normalmente conformadas en un
inicio por los arrenderos de las mismas) y comunidades
originarias o ayllus, que tienen un
origen mucho más antiguo, ya que son comunidades
establecidas en territorios indígena
originarios que no estuvieron sometidos al
régimen de la hacienda y que con la Reforma
Agraria fueron consolidadas como comunidades
de origen. 4 En la zona de Chuquisaca
Centro, la mayoría de las comunidades son de
ex hacienda y son muy pocas las comunidades
originarias. En altiplano norte, la situación es
más equilibrada.
En ambos casos, las comunidades se caracterizan
por un complejo sistema mixto de tenencia
de la tierra, donde la propiedad familiar coexiste
con la propiedad comunal, tienen además
fuertes sistemas de organización, ya sea bajo
la figura del sindicato agrario o del ayllu, con
normas establecidas y en proceso de ajuste y reconstrucción
para la convivencia social, incluyendo
deberes comunales, rotación de cargos,
administración de tierras comunales, sistemas
colectivos de colaboración (ayni, minka), que
permiten determinados niveles de realización
de vida familiar dentro de la vida comunal. En
ambas regiones el minifundio está generalizado,
no hay tierras disponibles para las nuevas
generaciones, hay un importante proceso de
migración, definitiva y temporal, a las ciudades
y a otras áreas rurales y la población rural del
altiplano y los valles se envejece.
Por su parte, las comunidades indígena chiquitanas
de la provincia Velasco en Santa Cruz
pueden ser consideradas como producto del
arrinconamiento que el acelerado crecimiento
de las grandes propiedades privadas -haciendas
de propiedad de no indígenas- ha ocasionado
en la población chiquitana en la región.
Las comunidades indígenas están rodeadas de
grandes extensiones de tierra pertenecientes
a hacendados y ganaderos de los principales
pueblos de la región (en general, a diferencia
del occidente, la Reforma Agraria de 1953 promovió
el neolatifundismo en esta región).
Se trata de comunidades con una variedad de
orígenes y características: Algunas se formaron
alrededor de la presencia de las misiones
jesuíticas, otras en función a los intereses de
mano de obra barata de las haciendas, otras de
procesos de colonización indígena en el monte
4 Hernaiz, Irene, Conceptos básicos de la legislación boliviana sobre recursos naturales. Fundación TIERRA, La Paz –
Bolivia, 2002.