Danza - Tebaev
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EL VOLADOR<br />
Considerado como un espectacular juego, se trata en realidad de un rito de<br />
carácter cósmico, que nos han hecho conocer los totonacos de Papantla,<br />
quienes lo heredaron de remotos predecesores que vivían de acuerdo a<br />
doctrinas cosmogónicas, o sea de interpretación del funcionamiento, sentido y<br />
finalidad del universo, y por lo tanto de la vida humana, como su síntesis<br />
cimera. Este rito, muy semejante, es también celebrado en el sureste de Asia.<br />
El nombre del volador no es, desde luego, el genuino, ya que ahora carece del<br />
aspecto ritual y sagrado, llegándose a celebrar en un poste de hierro;<br />
ignorándose, en ocasiones, los verdaderos propósitos que encierra este rito<br />
milenario, el cual debe celebrarse por participantes con cuarenta días de<br />
ayuno, incluso en el aspecto sexual, para lograr la mentalidad, serenidad y<br />
equilibrio requeridos por los peligros que habrán de asumirse.<br />
El rito se inicia con la búsqueda de un árbol recto de no menos de 30 metros de<br />
altura, para cortarlo se recitaban imploraciones sagradas a QUIHUICOLO (dios<br />
del monte) y se danza alrededor del árbol, a fin de que el vegetal admita el<br />
sacrificio de su vida, a cambio de participar en una ceremonia favorable al<br />
desarrollo humano. Cortado el árbol en la montaña, continúa la ceremonia<br />
implorando de nueva cuenta el perdón por su corte. El jefe del grupo persigue<br />
con su música durante el recorrido del lugar donde se encuentra el árbol hasta<br />
el sitio donde será erigido. Era descendido cargado por varios hombres sobre el<br />
hombro derecho, en tanto se entonaban himnos a sus dioses.<br />
El lugar seleccionado para cavar el árbol era primeramente purificado y<br />
consagrado por sacerdotes preparados al efecto. Una vez ahí, se hace un hoyo<br />
de dos metros más o menos de profundidad, donde se depositan un gallo ó un<br />
guajolote, cuatro huevos, aguardiente de caña, flores e incienso.<br />
Se reinicia la danza alrededor del hoyo y enseguida se levanta el palo,<br />
acompañado con una música arrancada armoniosamente del tamborcillo y la<br />
flauta, a cargo del caporal, en señal de fe y devoción.<br />
Antes de subir al palo, surge otra danza para invocar al dios del viento, y a su<br />
término cuatro jóvenes en ayunas escalan el árbol subiendo por una cuerda<br />
amarrada al mismo, todo ello representativo de la columna vertebral. En la<br />
cúspide del palo se empotra un bastidor de madera con cuatro ángulos<br />
correspondientes a los cuatro rumbos del universo y a los reinos de la<br />
naturaleza, o sea a los minerales, vegetales, animales y humanos. Habiendo<br />
llegado al cuadro que remata el largo tronco, los hombres se sientan mostrando<br />
una enseña de los cuatro puntos cardinales; al centro de este tablero se yergue<br />
el jefe de los cuatro participantes (caporal) que representa al quinto hombre,<br />
quinto sol ó súper hombre, también se sienta mirando nuevamente hacia el<br />
Oriente en su advocación a los cuatro vientos y entregando su fe para que le<br />
sean concedidas sus peticiones, por lo cual éste baila sobre una pequeñísima<br />
superficie a gran altura, además de tocar una flauta y un tambor, ofreciendo<br />
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