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ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

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académico, cuestión ventajosa sobre todo para la perspectiva de instalarse en la<br />

capital.<br />

Cúneo aseguraba que De Tecco jamás aceptaría participar por menos del<br />

veinticinco por ciento, Iñiguez parecía confiado en persuadirlo. Estaban<br />

adelantándose. O mejor, anticipándose a disyuntivas, pues antes debían lograr un<br />

sustento concreto no necesariamente constituido por el número de conflictos bajo su<br />

representación sino por su trascendencia y profundidad jurídica. Para ello debían<br />

requerir de toda su perspicacia puesta al servicio del estudio de los antecedentes de<br />

portafolio, del trabajo de campo, el análisis minucioso de líneas de acción que<br />

pudiesen eyectarse, de la intersección de las influencias que se verían afectadas,<br />

incluso investigaciones de estadística y probabilidad, pero en aquél entonces Cúneo<br />

e Iñiguez estaban a punto de graduarse, eran jóvenes y con una confianza a prueba<br />

de todo.<br />

De buenas a primeras podía asegurarse que no escapaban a la ilusión general<br />

de su clase: sentar pronto jurisprudencia, verse citados en los libros de consulta y<br />

enmarcados en nobles varillas de bronce para coronar los pasillos del Supremo<br />

Tribunal y contemplar desde la altura a abogados pequeños corriendo desesperados<br />

de punta a punta, de despacho en despacho, luchando contra el cierre de la jornada.<br />

Con genuina contrición se compadecieron por anticipado de los colegas que<br />

diariamente cosían expedientes, barnizaban sus yemas con tinta para sellos y<br />

atendían en mesa de entrada a los gritos de clientes convencidos de malas<br />

representaciones. El encarpetado alfabético de los recursos y la selección para la<br />

quema de folios podridos y declaraciones oxidadas pasó a ser la estampilla vieja de<br />

una carta que a ellos nunca les llegaría.<br />

A modo de borrador habían trazado una primera estrategia. Iñiguez, más<br />

habilidoso en el trato compasivo, dueño de una imagen de mayor sensibilidad,<br />

tomaría como blanco las ONGs, no sólo las emergentes sino algunas de prestigio<br />

probado y de las que tenían información siempre necesitaban, por su naturaleza, de<br />

asesores que se ocupasen de los asuntos de cientos de anónimos beneficiarios,<br />

consumidores y ahorristas estafados, madres solteras y abandonadas, familiares de<br />

desaparecidos, etcétera.<br />

Cúneo, en cambio, tenía reservada una tarea que le iba al dedillo, difícil hubiese<br />

sido creer que no se la había asignado él mismo. Se haría cargo de las afrentas en el<br />

contexto de la sangre, de las dinastías de control social, aquellos grupos dedicados a<br />

la compra y venta de medios de servicios que rotan capitales siempre por las mismas<br />

manos, generalmente integrados en logias o fraternidades. Para tales cosas era un<br />

malabarista, un seductor que obtenía información de veredas opuestas y había sido<br />

sin duda esa oposición de caracteres la que había hecho coincidir los intereses de<br />

Iñiguez con los suyos.<br />

Sin embargo, limitados eran los pasos que podían dar sin la licencia<br />

profesional. Comprendieron entonces que debían tragar su ansiedad durante lo poco<br />

que les restaba de carrera.<br />

Transcurridos unos meses de aquél borrador inicial y con el proyecto<br />

hinchándose como un fruto maduro, Cúneo caminaba por los pasillos de la Facultad<br />

de Derecho y se acercó a una de las pizarras donde se publican los resultados de los<br />

exámenes.<br />

Eran los tiempos en los que concluía la búsqueda de su pequeña casa y estaba a<br />

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