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académico, cuestión ventajosa sobre todo para la perspectiva de instalarse en la<br />
capital.<br />
Cúneo aseguraba que De Tecco jamás aceptaría participar por menos del<br />
veinticinco por ciento, Iñiguez parecía confiado en persuadirlo. Estaban<br />
adelantándose. O mejor, anticipándose a disyuntivas, pues antes debían lograr un<br />
sustento concreto no necesariamente constituido por el número de conflictos bajo su<br />
representación sino por su trascendencia y profundidad jurídica. Para ello debían<br />
requerir de toda su perspicacia puesta al servicio del estudio de los antecedentes de<br />
portafolio, del trabajo de campo, el análisis minucioso de líneas de acción que<br />
pudiesen eyectarse, de la intersección de las influencias que se verían afectadas,<br />
incluso investigaciones de estadística y probabilidad, pero en aquél entonces Cúneo<br />
e Iñiguez estaban a punto de graduarse, eran jóvenes y con una confianza a prueba<br />
de todo.<br />
De buenas a primeras podía asegurarse que no escapaban a la ilusión general<br />
de su clase: sentar pronto jurisprudencia, verse citados en los libros de consulta y<br />
enmarcados en nobles varillas de bronce para coronar los pasillos del Supremo<br />
Tribunal y contemplar desde la altura a abogados pequeños corriendo desesperados<br />
de punta a punta, de despacho en despacho, luchando contra el cierre de la jornada.<br />
Con genuina contrición se compadecieron por anticipado de los colegas que<br />
diariamente cosían expedientes, barnizaban sus yemas con tinta para sellos y<br />
atendían en mesa de entrada a los gritos de clientes convencidos de malas<br />
representaciones. El encarpetado alfabético de los recursos y la selección para la<br />
quema de folios podridos y declaraciones oxidadas pasó a ser la estampilla vieja de<br />
una carta que a ellos nunca les llegaría.<br />
A modo de borrador habían trazado una primera estrategia. Iñiguez, más<br />
habilidoso en el trato compasivo, dueño de una imagen de mayor sensibilidad,<br />
tomaría como blanco las ONGs, no sólo las emergentes sino algunas de prestigio<br />
probado y de las que tenían información siempre necesitaban, por su naturaleza, de<br />
asesores que se ocupasen de los asuntos de cientos de anónimos beneficiarios,<br />
consumidores y ahorristas estafados, madres solteras y abandonadas, familiares de<br />
desaparecidos, etcétera.<br />
Cúneo, en cambio, tenía reservada una tarea que le iba al dedillo, difícil hubiese<br />
sido creer que no se la había asignado él mismo. Se haría cargo de las afrentas en el<br />
contexto de la sangre, de las dinastías de control social, aquellos grupos dedicados a<br />
la compra y venta de medios de servicios que rotan capitales siempre por las mismas<br />
manos, generalmente integrados en logias o fraternidades. Para tales cosas era un<br />
malabarista, un seductor que obtenía información de veredas opuestas y había sido<br />
sin duda esa oposición de caracteres la que había hecho coincidir los intereses de<br />
Iñiguez con los suyos.<br />
Sin embargo, limitados eran los pasos que podían dar sin la licencia<br />
profesional. Comprendieron entonces que debían tragar su ansiedad durante lo poco<br />
que les restaba de carrera.<br />
Transcurridos unos meses de aquél borrador inicial y con el proyecto<br />
hinchándose como un fruto maduro, Cúneo caminaba por los pasillos de la Facultad<br />
de Derecho y se acercó a una de las pizarras donde se publican los resultados de los<br />
exámenes.<br />
Eran los tiempos en los que concluía la búsqueda de su pequeña casa y estaba a<br />
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