ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

que entra por la nariz.
– ¿Qué es sagrado para nosotros?
– ¿Así como para los indios las vacas?
– ¿Qué?
– A ver… ¿Para los argentinos?
– Sí.
– Bueno, para algunos es una cosa y para otros otra.
– ¿Para vos?
– Para mí… vos.
– ¿Yo soy una diosa? Pero no tengo poderes. - y hace el ademán de batir una
varita mágica en la oscuridad.
– Sí que los tenés.
– ¿Me decís un poder?
– Tu risa. Tu risa es poderosa, mi amor.
– ¿Qué hace?
– Felicidad, hace.
Martina ríe cortito. Vaya a saber cómo se oyó “Felicidad” al otro lado del
ventilador.
– ¿Papá?
– Sí, mi amor.
– Si yo saco el techo, supongando que…
– “Suponiendo”.
– ¿Qué?
– Se dice “suponiendo”.
– Si yo saco el techo, supong…niendo que no hay otras casas arriba.
– ¿Qué pasa?
– ¡No!, nada, nada. No dije nada. Vamos a un suponer. Estoy en la terraza.
– Estás en la terraza.
– Pasa un avión.
– Ajá.
– Pasa un avión y no… y hay… a ver… ¿no se chocan? A ver…
– ¿Qué te preocupa mi amor? ¿Las estrellas?
– Sí. ¡No!.
– ¿Si los aviones se chocan con las estrellas? No, Marti, las estrellas están
muchísimo más lejos.
– Pero si las estrellas son planetas. ¿No se chocan los aviones de nosotros con
los aviones de ellos?
– ¿De quiénes “ellos”?
– ¡De los otros planetas!
– Las estrellas no son planetas, son bolas de fuego. Enormes. No vive nadie en
ellas. Son como el sol.
– Sí, ya sé que es como el sol, pero nosotros vivimos en un planeta.
– Sí. Pero no sabemos si en los otros planetas vive alguien.
– ¿Sabés con qué se ven los planetas, papá? ¡con periscopio! Si alguien viene sin
periscopio se lo puede chocar. Hay nueve planetas, ¿sabías? Me da un poco triste
que no nos puedan ver.
– Ya te dije que no sabemos si alguien vive en otro planeta.
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