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escondan.” Cúneo se ve en la necesidad de explicarle a Martina que Laura previene<br />
a los fantasmas cada vez que entra en un cuarto vacío. “Que no, que no le cuentes,<br />
que la vas a asustar con mis pavadas”, se defiende con pudor la maestra.<br />
Ahora Martina sabe de dónde han salido esos papeles multicolores que estaban<br />
sobre la mesa ratona. Ahora Martina reconoce los raros aunque dulces aromas que se<br />
respiran en la casa de su padre. Esa mujer los lleva en su ropa.<br />
Martina practica en la taza sorbos diminutos de leche. No la acabará nunca,<br />
tampoco ha tocado las facturas.<br />
– Ella es maestra de jardín – le cuenta su padre. Laura renueva el mate en la<br />
cocina – Le da clases a nenas como vos pero en una escuela que es más grande y con<br />
chicos muy pobres.<br />
Martina no habla. El hombre se hace de una hoja y de un marcador. Dobla el<br />
papel en cuartos, toma el marcador y se tuerce en complicidad con el rincón.<br />
– Juguemos al muñeco exquisito. – dice y le entrega la hoja plegada a su hija.<br />
Luego suspira mirando a Laura.<br />
– ¿Qué tal tu semana? – le pregunta en voz baja.<br />
Ella se compadece, le reconoce la tensión.<br />
– Nos vimos el jueves, Cúneo. Te puedo contar del viernes. Los padres<br />
llamaron a reunión para solicitar una extensión del turno de clases. En realidad no<br />
de clases sino para el comedor, que sólo funciona de mañana y media tarde. La<br />
historia de todos los años. Hace rato que iniciamos la gestión para que el comedor<br />
atienda de noche.<br />
– Ya está, pá.<br />
– ¿Me toca?<br />
Martina ha plegado el papel convenientemente para que su dibujo no pueda ser<br />
visto. Asoman sólo los extremos de la silueta.<br />
– No veas. – dice Cúneo y se refugia en su propio rincón para, a partir de la<br />
líneas de Martina, iniciar su propio trazo.<br />
El silencio rayado apenas por la radio deja un segundo solas a las mujeres.<br />
– ¿Cómo se llama tu jardín?<br />
– Jardín de la escuela John efe Kennedy – recita.<br />
- Ah.<br />
– Tomá. – reaparece Cúneo, transfiriendo las herramientas. Martina vuelve a<br />
ocultarse.<br />
– No fuiste a ver a Claudio ¿no?. - le pregunta Laura.<br />
– Iba a ir.<br />
– Te está esperando.<br />
Que espere, piensa él. Que se haga cargo de sus omisiones si ha decidido vivir<br />
al margen de los acuerdos sociales.<br />
Martina concluye su turno con rapidez e interrumpe a su padre justo cuando<br />
Laura le consultaba algo acerca de un libro.<br />
– ¿Esta es la última, no? - pregunta él.<br />
– Sí, el zapato y el sombrero. – aclara su hija.<br />
Cúneo garabatea, al rato dice “ya está” y pregunta “¿lo muestro?”. Martina<br />
asiente con la cabeza.<br />
Él despliega el papel y muestra la figura cuyo diseño han compartido. Es el<br />
momento donde Martina suele echar una carcajada fabulosa, como si se tratase del<br />
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