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– Está mugriento y lleno de cosas.<br />
– No importa. Me lo llevo hoy, que tengo el día libre. Te lo devuelvo el lunes.<br />
– ¿La vas a sacar a pasear?<br />
– Al Tigre.<br />
Enrico observó a su hermano de pies a cabeza, desvergonzadamente.<br />
– ¿Te estás cuidando, pelotudo? Mirá que el viejo…<br />
– Me estoy cuidando.<br />
– Te hace faltan dosis de Martina, entonces.<br />
– La paso a buscar hoy también.<br />
– Eso está bien. No te alejes de la pendeja.<br />
– No me alejo. Estoy todo lo que puedo. ¿Las llaves?<br />
Enrico hizo un barullo revolviendo tornillos y otras minucias dentro de un<br />
cajón. Su mano negra de grasa rescató un juego añejo de llaves y lo puso sobre el<br />
cristal. Cúneo las examinó con remembranza.<br />
– ¿Va a arrancar?<br />
– Sí. Lo piso de vez en cuando. Para despuntar el vicio. Vos… – Rico lo señaló<br />
con su índice gordo y curtido. Apoyaba su panza en la tabla que a su vez sostenía la<br />
vieja caja registradora – Más vale que te hagas una escapada el domingo y le lleves<br />
la pendeja a la vieja.<br />
– Sí.<br />
– La vieja los espera, pelotudo. Su vida se reduce a la visita tuya de los<br />
domingos, entendelo.<br />
– Esto sigue teniendo el mismo olor espantoso.<br />
– Es una ferretería.<br />
– Pero modernizate. Ponele más luces, parece una cueva.<br />
– Vendo tuercas, hermanito. El circo del marketing es tan impredecible que<br />
capaz que pongo un farolito y un sahumerio, y la gente no viene más.<br />
– Abrime el portón.<br />
– Tomate unos mates. ¿No me decís que estás al pedo?<br />
Cúneo apretó los labios y calló. El sitio no le agradaba, le traía demasiadas<br />
imágenes y voces de sermones inaceptables.<br />
– Un café. – accedió.<br />
Rico hizo un ademán y se internó en los fondos. Cúneo dio la vuelta al<br />
mostrador y lo siguió. La cocina era una tiendita separada del salón por tiras de<br />
plástico.<br />
– Ya sé. Hay olor a gas. Hay una puta pérdida no sé dónde.<br />
– En casa de herrero...<br />
Cúneo se sentó en la única banqueta. Rico preparó el café para su hermano y el<br />
mate para él. Luego se apoyó contra la mesada de aluminio.<br />
– ¿El Viejo?<br />
Rico arqueó la boca.<br />
– Está hecho bosta, me parece. No se cuida, fuma y sigue con los viajes.<br />
– No le quedará otra.<br />
– Que se pudra. Que Dios me perdone. Y que la vieja me perdone, que todavía<br />
lo sigue respetando.<br />
– Es un viejo…<br />
– ¿Y? ¿Me vas a decir, justamente vos, que los años demandan respeto? Mirá,<br />
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