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ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

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EL MURMULLO DE LAS OFICINAS le creció en los oídos como si de las<br />

profundidades del agua fuese emergiendo con lentitud. Mehana pasó delante suyo<br />

para despertarlo.<br />

– Fírmeme aquí doctor, por favor. Esto es para usted.<br />

Un sobre color blanco, tamaño treinta por veinte, con membrete en<br />

sobrerrelieve y letras azul oscuras, le llamó a la sorpresa.<br />

Pensó si debía molestar inmediatamente a Arizmendi. Luego, yéndose un poco<br />

del tema, reflexionó que al fin y al cabo con él no habían acordado un carajo en<br />

cuanto a cómo llevar la defensa y se suponía que para eso lo había llamado. En fin,<br />

había servido al menos para imprimirle confianza y ponerlo al frente, mientras Silva<br />

realizaba tareas de cadetería.<br />

Decidió leer él primero y en soledad los exámenes efectuados a Ballesteros.<br />

Entendió poco de ese despilfarro de nomenclaturas médicas, aunque lo suficiente<br />

como para aliviarse. Al fin el documento reunía las mínimas condiciones esperadas:<br />

“El paciente presenta síntomas respiratorios crónicos […] expectoración, disnea<br />

[…] efectuado pruebas de función pulmonar. […] óxido de hierro […] Siderosis.”<br />

Al dorso, pegoteado con cinta, un paquete menor, de unos diez por quince<br />

centímetros, contenía una especie de cartón.<br />

Eran dieciséis fotos, la mitad de las cuales reproducía pasajes del encuentro<br />

entre Ballesteros y su médico, cuya utilidad probatoria Cúneo descartó en seguida.<br />

La otra mitad publicaba, desde distintos ángulos, el rojo y negro cartílago, deforme,<br />

reducido a poco menos que la nada, de la oreja izquierda del gordo.<br />

Cúneo recibió un escalofrío, guardó las fotos en su maletín, echó llave y colocó<br />

el teléfono en su oreja. Pidió la comunicación y aguardó durante un lapso de cuatro<br />

timbres. Una voz afiebrada, que si pudiese olería a sudor, arrojó al otro lado de la<br />

línea un saludo poco convencido.<br />

– Ballesteros, el doctor Cúneo le habla. ¿Cómo le va?<br />

– Ah, doctor. Es usted. Discúlpeme, lo que pasa es que me andan jodiendo, vió.<br />

– ¿Cómo es eso?<br />

– Amenazas, vió.<br />

Cúneo lo oyó verdaderamente asustado.<br />

– ¿Quién lo amenaza?<br />

– No sé, alguno de la empresa, calculo.<br />

– O del sindicato, yo le dije, ¿recuerda?<br />

– No creo, doctor.<br />

– ¿Qué le dicen?<br />

– Traidor, que van a cerrar la fábrica culpa mía. Que van a dejar a mis<br />

compañeros afuera.<br />

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