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ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

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pacífica de pronto detrás de los ojos y dos manos que lo asen como perlas y los<br />

dedos delante y el sueño pero es la muer ¡pescador! liente óvalos de pavos<br />

fantásticos y ocres y veo juanas ahogadas en ese cieno, pescador objetivo gordo<br />

caderazo, fuerte caderazo ha de ser.<br />

Ninfa ha roto, bajo vientre, enjuto vibrátil de partes y de todas, devorado por<br />

algún en canto, máquina con sus combustión sus queja sus fricción su vaivenes<br />

eléctricos pero ninfa ha rompe en pescador voy y llego si este no en una plegaria<br />

naranja y transparencia. Ruega pero no ha de buscarte nadie sólo si te encuentran en<br />

una plegaria no van a oír sólo si te encuentran. Caderazo al gordo. Imbécil caja de<br />

cerebro gordo. Sé lo que hacés, él y yo sé lo que hacés. Pero ese pedazo, oquedad<br />

falsa, vacío lleno de náusecas al dofón. Ese fragmento. Exequias de bruja que no está<br />

pero ha exequiado. Territorio de alfombra de goma. Batido odorante y tamiz cieno.<br />

Zona para dos pies. Vástagos huérfanos de endócrinos. Nobles e innobles. No neón.<br />

Dos pies que son los de este es mío. Gordo. Pescador, nadie ha de birlárteme, ahí va<br />

la respiración de este, ofrenda idéntica al desayuno. Pescador mira, ventana, brujas<br />

le mueven la ciudad cuadra a cuadra. Jugo barniz que este no ve, tampoco pescador<br />

pero pescador no siente pero este no ve pero este sí, jugo, sí, orín múltiple, barra<br />

viscosa pero se lleva todo uno a pesar no darse cuenta y entonces, tutela pescador,<br />

fin de la orgía entre sardinas bultos y trastes tetas y tetillas nucas y narices redepente<br />

brazo otro que no es barra caliente sino muerta y pendulosa maletín. Barba<br />

quince días. blanca. gris. Dos cuartos tres cuartos un entero. Tarda más en dos<br />

cuartos que en uno, tres, uno. Vuelve y los hoyos para los anzuelos se empupilan<br />

más pequeñas hay grasas nuevas, fin de semana. Costuras, también nuevas ¿mujer<br />

del pescador?. Vuelve a tres, poco, hoyos empupilan más grandes, reloj de oropel.<br />

Hueso peludo en peor barra caliente no tan viscosa no menos viscosa jamás el<br />

diente cobre partido en barra si bigotes pecho celeste aureolas axilas pedal pedal<br />

pedal, caña horizonte y no verá nucas verá salmones provocándole. – Che, cómo<br />

amaga la primavera, viejo. Ayer andaba de camisa mangas cortas y mirame ahora,<br />

con saco y casi que me traigo una bufanda. ¿Te cambiaron el horario? Nunca nos<br />

cruzamos en el ascensor… Ah, estás con lo de Ballesteros.<br />

– ¿Y qué tiene que ver Ballesteros?<br />

– Je, Je – Barragán lo codea. – Escuchame, vos eras hincha de Lanús, ¿no?.<br />

– Ni era ni soy.<br />

– Puta madre, primera vez que los goleamos y no sé a quién cargarme. Me<br />

parece que Arizmendi era.<br />

– Arizmendi no es de ninguno. Es gallina por inercia, nomás. Creo que Lima es<br />

de Lanús.<br />

– Uh, al gordo lo desarmo.<br />

¡Clin! Hace el ascensor y ni bien la luz y el barullo del cuarto piso se insinúan,<br />

aparece de sopetón la figura de Silva, que quizá lo espera y no, a la vez.<br />

– Cúneo… – le dice y hace silencio, como si fuese suficiente.<br />

– Se me hizo tarde. – y rompe a la derecha de Silva, en recia dirección hacia su<br />

escritorio, sacudiendo el maletín.<br />

– Decime que por lo menos vas a pedir un artículo doce.<br />

Cúneo arruga la cara. La entrevista. Qué boludo. Pero no va a delatarse frente a<br />

la secretaria, se reserva la cacaraña y evita toda posibilidad de que ella lo asocie a un<br />

descuido. Que ella lo asocie, en definitiva, a lo que fue: un estúpido olvido. Se<br />

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