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ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

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conjunta?<br />

– ¿Usted se refiere a un traslado absoluto de causa?<br />

El estallido del término “traslado”, luego la recomposición de la frase en su<br />

propio silencio junto al articulado “absoluto” como colofón, arrepintió a Cúneo, en<br />

principio, de haber abandonado su escritorio. Luego, de haberse levantado de su<br />

cama. Adornado con una mueca de incredulidad, Arizmendi debió pensar en una<br />

chanza tempranera y miró a su alrededor en búsqueda de alguna clase de<br />

solidaridad en la sonrisa de otros, pero cada soldado de las máquinas de escribir<br />

permanecía ajeno al desenfado.<br />

– Manténgame informado. Ahora, si me disculpa.<br />

Cúneo procuró girar velozmente y recomponerse de vuelta en su escritorio,<br />

artimaña para sintetizar ese diálogo a su mínima expresión y hacerlo desaparecer<br />

como vapor de agua.<br />

Silva volvió con dos recados. El primero, el horario para la nueva entrevista. El<br />

segundo, el traspaso de una llamada a su interno.<br />

Cúneo alzó el tubo celeste y la voz de Martina lo sacó con su sola resonancia de<br />

la cuestión Ballesteros.<br />

– Mi amor. ¿Cómo estás? ¿Qué hacés llamándome a esta hora?<br />

– Entro más tarde a la escuela, papi. Sabés, mañana hay acto.<br />

– Ah, claro. – entendió Cúneo tras el rápido vistazo al almanaque triangular.<br />

– La seño Mirta me eligió para cantar.<br />

– ¿Qué vas a cantar?<br />

– En el acto papá. La marcha del maestro.<br />

Cúneo rió por la nariz. Sin haberlo notado había echado su cuerpo hacia<br />

adelante y su mano izquierda viajaba por su frente, entre sienes.<br />

– ¿Cómo la pasaste ayer?<br />

– Bien.<br />

– ¿Jugaste mucho?<br />

– Sí. Nahír me tiró agua y yo embarré a Tomás.<br />

– ¡Pero es chiquito!<br />

– Sí, qué viva, pero Nahír es grande y a ella no le puedo tirar barro.<br />

Conocer las correrías de Martina mediante síntesis telefónicas llenaba de<br />

incertidumbre a Cúneo quien, en esa distancia de cordón espiralado, iba perdiendo<br />

con sorpresiva rapidez su capacidad, alguna vez natural, para darse cuenta de<br />

cuándo debía regañar, cuándo debía deslizar un consejo o una enseñanza, o cuándo<br />

debía sólo escuchar, en ese aterrador proceso por conservar la cabecera de la<br />

paternidad y no verse de pronto desplazado al lugar de un rechoncho tío lejano.<br />

Cuando la voz que emergía del parlante maduró de pronto, la espalda de<br />

Cúneo volvió a erguirse.<br />

– Cómo estás Cúneo. Escuchame, ¿podés llevarte a Martina mañana después<br />

del acto? Sabés lo que pasa, esta noche salimos a cenar con Julia, Hugo y los chicos.<br />

– No. Mano al vaso plástico. Oh viaje que te serenas, mares calladas. Alguna<br />

gente piensa que piensa. Bonita metáfora. Me acuerdo que me acuerdo que me<br />

quiero acordar de algo gracioso. Ve despacio. Uno de gallegos, uno de judíos. Marco<br />

Polo los dedos oh, que no llego, que no arribo a las costas del vaso. Vasovacío<br />

vasovacío vasovacío vasovas. Se parece a lo que dicen que tienen los nuevos<br />

yogures. Placer. Oí cómo suena en el barullo, cómo todavía flota en el barullo. Oí.<br />

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