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NADIE RESPONDIÓ a su balbuciente llamado.<br />
El sitio estaba manchado de colores. Los lienzos colgados en las ventanas<br />
tamizaban el resplandor de la mañana. Un hilo de humo ingresaba fino por la puerta<br />
y en mitad de la habitación se abría en espirales. El aroma de jazmines le produjo un<br />
ligero vahído que lo ocultó nuevamente bajo la almohada. Despertar en esa tienda<br />
oriental era transitar el intervalo entre el sueño, que iba ciñéndose en sí,<br />
desapareciendo hacia el último punto de luz como una estrella que muere, y la<br />
inminente vigilia, como en un suave desliz.<br />
Cúneo miró la piel azul de su pecho, verde hasta el antebrazo y violeta en su<br />
mano. Él y cada objeto estaba atrapado en la red de las telas. Un paño naranja se<br />
interponía entre los ojos y el sol que agobiaba el patio. El aire olía a zumo de frutas<br />
seco, un rocío suspendido que le quitaba nitidez a toda la escena.<br />
Una lengua de sábana esmeraldina cruzaba su abdomen y era toda su ropa.<br />
Rozó con sus pies un almohadón de borlas despeinadas y el rostro chino y pálido<br />
grabado en un alhajero le sonrió desde la cómoda berlinesa.<br />
La habitación era un raro heptágono. Se convertiría en octógono cuando la<br />
pared donde se apoyaba el mueble de la ropa fuera echada abajo. Para entonces<br />
debía haberse concluido la construcción de la segunda planta, asignada para la<br />
habitación principal.<br />
El conjunto provocaba una idea de sitio en eterna construcción. En su interés<br />
por convertir la casa en una especie de símbolo del retorno a lo esencial, Sebastiana<br />
desechaba materiales paridos por una excesiva tecnificación en beneficio de objetos<br />
de mayor nobleza. Por ejemplo, los burletes que adheridos a las puertas y ventanas<br />
aislaban los ambientes del polvo y el olor, no eran de la usual goma industrial sino<br />
de un compuesto de caucho que los orientales conjuran para los ristreles de sus<br />
barcas. Ningún tramo del articulado eléctrico poseía plástico. Madera de berembí<br />
laminada en prensa, estratos de piedra o fibras de caña comprimidas en mortero<br />
reemplazaban los materiales tradicionales. Decenas de catálogos proponían<br />
alternativas inquietantes. “¿Sabés que en Bassora los tintes para las paredes se<br />
consiguen con excrementos de animales? Se los alimenta con lo propicio para lograr<br />
el color buscado y se los hace defecar en lodazales que luego se cuelan.”<br />
Entre el rasqueteo de unas hojas en la ventana pudo percibirse un sonido que<br />
fue ganando lugar, un rumor salido tal vez de la misma brisa vernal. Era la voz<br />
calma, algo lejana, de Sebastiana, que entraba por el vano y se perdía en algunos<br />
rodeos antes de llegar a oídos de Cúneo.<br />
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