10.05.2013 Views

ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

HAY UN POLICÍA SIN GORRA, con jarreteras desteñidas, que lleva sus manos<br />

atrás y camina en lenta y silenciosa procesión. Juega a aplastar de un taconazo las<br />

latas de cerveza que se amontonan en las cunetas. Cuando apunta con su barriga<br />

hacia los comercios, aparecen hacia la calle el silbato y las esposas sujetas de alguna<br />

extraña manera a su ancho cinturón de cuero. De vez en cuando levanta sus ojos y<br />

hace el ademán de saludar a alguien que acorta la calle en diagonal o que se anticipa<br />

con prisa al cierre del supermercado.<br />

Es mediodía a pesar de las nubes. El ómnibus anuncia su arribo con un<br />

estallido de aire sobre la cinta asfáltica brillante de savia y abrumada de baches.<br />

Cúneo apresura a Martina por los escalones.<br />

– Ferreyra, cómo andás. – saluda al policía.<br />

– Qué hacés Cúneo.<br />

Tras ganarle unos pasos a la media cuadra que los separa de la casa de Elena, la<br />

voz de Martina rompe el silencio con discreción.<br />

– ¿Sos amigo de los policías?<br />

El pago chico expone sus postales añejas. Los olmos podridos que nunca caen.<br />

Las cucarachas que descienden hacia las bolsas que los perros han destripado.<br />

Balcones carcomidos que hacen sombra sobre las mismas puertas y las mismas<br />

ventanas de siempre. La chapa vibrante del transformador de corriente eléctrica les<br />

eriza el cabello al pasar, están también las bocas de agua y los remiendos incoloros<br />

de la vereda donde alguna vez cavaron para instalar el gas natural y otra vez<br />

volvieron a cavar para pasar las fibras ópticas de la televisión y el teléfono. La<br />

novedad la constituyen los semáforos y algún cartel plástico de calle que cambió el<br />

prócer del siglo diecinueve por un periodista de reciente fallecimiento.<br />

Esos espacios no laten demasiado en la memoria de Cúneo y por lo tanto no<br />

logran despertarle nostalgia, pero cada vez que regresa al barrio los objetos se<br />

reúnen y se cuelgan delante suyo como en un antiguo almanaque. Al llegar a la que<br />

siempre fue su puerta, las sepias se lanzan a su retina sin respeto ni orden, como si<br />

todo el pasado debiera restituírsele cada vez que frente al portero de bronce aprieta<br />

el botón que enciende la voz de su madre.<br />

Pareciera que la vieja no necesitara escuchar más que la respiración colada por<br />

la rendija del aparato. Apenas suena la palabra de su hijo, y las chancletas ya<br />

castigan el piso del corredor. Del otro lado de la puerta llegan las quejas. El calor ha<br />

engordado la chapa.<br />

– Ay, tengo tantas llaves que no sé… Ay, a ver esperame, ya va, eh…<br />

Martina y su padre ríen por el dulce desconcierto de la mujer.<br />

– Mamá, te vas a romper la cara. Por qué sos tan atolondrada. – la puerta<br />

todavía tiembla.<br />

74

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!