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ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

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BAJO EL ARCO DE ENTRADA, dos pasos antes del estribo, el guardia de<br />

seguridad le tomó los datos. Mientras el soldado confirmaba que estuviesen<br />

esperándolo, Cúneo leyó tres o cuatro veces las curvas doradas del cartel a su<br />

derecha. Eran planchas de metal lustrado, amuradas a un pedestal de concreto. A<br />

pesar de las tareas de mantenimiento podían divisarse los viejos carteles que dieron,<br />

progresivamente, diferentes nominaciones a la misma fábrica. El guardia regresó con<br />

sus papeles y alzó la barrera. Cúneo saludó con un cabeceo y avanzó por la calle.<br />

Le habían indicado un galpón de chapas al oeste de la garita. En el camino se<br />

cruzó con dos operarios enfundados en overoles naranja y un montacargas que<br />

restaba metros hacia un taller que escupía chispas. Algunos tramos de la calle habían<br />

sido recientemente repavimentados. Tras dos cuadras de caminata, un hombre de<br />

bigotes negros que calzaba casco, salió a su cruce con la mano extendida.<br />

– Doctor Cúneo, ¿verdad? Me asignaron para mostrarle la dársena tresefe. En la<br />

dependencia se encuentran los otros doctores.<br />

El hombre del bigote no era ni hosco ni amable. No sonreía y cuando ablandaba<br />

la cara el gesto parecía caérsele sin permiso. Cúneo pensó que tendría otras cosas<br />

que hacer y que seguramente consideraría la imposición de acompañar al enemigo<br />

como una especie de castigo.<br />

– Sígame, por favor. – dijo y empezaron a caminar hacia el este.<br />

– ¿El pabellón en cuestión no era un tal… – Cúneo corroboró su anotación en<br />

un rectángulo ajado de papel que extrajo de un bolsillo – trescientos cuarenta y<br />

cinco?.<br />

– Correcto. Esa era la numeración anterior de los pabellones. Antes se seguía un<br />

criterio de progresión simple, pero luego se tipificaron según tareas. Usted verá que<br />

en todos los pabellones los primeros dígitos se mantienen y los últimos se han<br />

reemplazado por letras. No sé si había venido antes a la fábrica…<br />

– No.<br />

– Ah, disculpe entonces. Además, con la apertura de la pileta de filtrado, hace<br />

tres años, los pabellones aledaños pasaron a ser llamados dársenas.<br />

Cúneo desconfió, por naturaleza. Quizá el hombre lo notó.<br />

– Por reglamentación, en los planos actuales cada construcción figura con<br />

ambas nomenclaturas.<br />

Una vez dentro iba a darse cuenta si le mentían. A pesar de las innumerables<br />

modificaciones que seguramente habían perpetrado, el espacio sería reconocible<br />

según la idea que había podido hacerse a partir de los planos a los que accedió junto<br />

a Silva.<br />

Arribaron a una construcción chata y de ladrillos, luego de bordear un hangar<br />

que producía un barullo aterrador. El hombre de bigote lo hizo pasar, abriéndole la<br />

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