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EL PERIÓDICO CAYÓ AL BARRO. Cúneo envió su mirada desde los juegos hasta la glorieta, luego hasta los tenebrosos baños públicos. Otra vez hacia los juegos. Hizo tres pasos torpes, como un borracho. De repente la plaza estaba atiborrada de árboles y objetos que no permitían identificar nada. La tarde se hizo noche blanca, cubierta de neblina. Su recuerdo la había dejado al pie del tobogán pero allí sólo cavaban una mujer y su niño con una palita roja y un balde amarillo. Las hamacas se balanceaban, pero todas gracias al peso de completos desconocidos. Cúneo tomó el sendero de adoquines y fue hasta la calesita de manos, donde cuatro pibes se llamaban a convulsiones por el vértigo. Iba a gritar y un aviso íntimo le previno que ninguna palabra iba a salirle cuando abriese la boca. Pensó que vivía unos de esos momentos que no recordaba. Pensó que dormía. Pensó que estaba mirándose al espejo y para no darse cuenta se inventaba la plaza y los chicos e incluso la terrible fuga de su hija. Aceleró los pasos y giró sobre sí mismo. Se llevó una mano a la boca. Iba a echar su nombre al aire aunque supiera que todo era inútil, pues la habían secuestrado, se la habían arrebatado mientras hundía la nariz en un borrador ferviente. Se sintió un estúpido por dedicarse a redactar un exordio en medio de una plaza el único día de la semana en que su hija lo acompaña, estúpido por faltar a la tarea más bella y sencilla que pueda concebir nadie, no quitarle los ojos a la niña de los moños. Está completamente solo en su desesperación, en la esquina hay un agente de seguridad y un paseador de perros y de veras que la mujer a quien arrastra el rotweiller lo mira como si fuese un borracho. Y siente que va a vomitar.. Vomita: ¡Martina!. Siente un tirón en su botamanga. Le vienen imágenes revulsivas de violadores y ogros bizarros en un cóctel que lo coloca como protagonista de todas las policiales; una ojeada al diario ha sido suficiente para un Buenos Aires devorador de niños y jovencitas. Otro tirón en el pernil, esta vez tan fuerte que su rodilla cede. – Papi, no te vayas. Prendida a la costura de su jeans, sobre el hilo del llanto, Martina lo mira con desconcierto. Él sabe que está en su baño, una madrugada cualquiera, mirándose al espejo, porque su hija le hace un reclamo fuera de lugar, le pide que no la abandone cuando él la está buscando. Va a alzarla y deshacerla contra su pecho pero el miedo toma otra forma. – ¡¿Dónde estabas, Martina?! ¡Te pedí que no te alejaras!. – Al lado tuyo, papá. Una trémula palidez la vence, como si una muerte la electrocutara. 90
– En el banco… A Martina los labios le tiemblan, si no echa una bocanada a su estómago va a asfixiarse. Va a largarse a llorar. Entonces una mujer aparece entre la bruma. Una mujer que no está dispuesta a cambiar su rumbo. Y Cúneo es ese rumbo suyo. La mujer se oculta y vuelve a recortarse en la bruma. Cúneo la observa caminar hacia él como si la acción se repitiera. Martina teme, y ese temor le detiene el llanto. Nítida, la mujer se detiene a su lado. – Hola. La palabra le sale en sílabas, la sonrisa vibrante. Cúneo la tranquiliza, acariciándole las yemas. – Hola Laura. 91
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El poema que no digo, el que no mer
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no sólo el indolente brillo profus
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CUANDO ELLA DICE, entre todo lo que
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UNA MELODÍA DISPERSA ocupa el luga
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académico, cuestión ventajosa sob
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LAS PALABRAS DE LAURA se derraman e
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LAS VERDURAS REBALSAN LA BACHA, no
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ELLA ESPERÓ, reprochándose justam
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El sol se había ubicado a la altur
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que luego adoptó. A la cabecera de
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LO LLAMAN TOCÁNDOLE EL ANTEBRAZO.
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AJJ. SAL. SARDINA. Entra sardina. S
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Pausa. Primero pausa para oír mejo
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Cúneo apilaba papeles sin mirarlo
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- Bien, algo menos. - suspiró mien
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Cúneo se rió. Aquello era una pay
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EL ATELIER DE CLAUDIO era una caja
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era con eso el flaco no podría pag
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lo descubra mirándola. Es castaña
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CÚNEO LAMENTA haber ido sin su mal
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- Interpreté tu necesidad, Cúneo.
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Silva mantuvo su silencio. Pitó co
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- Es una moraleja pintoresca, pero
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SILVA TOMÓ SU MALETÍN y de un sal
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Silva pitó su cigarrillo mientras
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vagón de ciegos, los ojos sin vigo
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La muchacha de la bandeja corta la
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de su frecuencia cardiaca. En ese a
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- Te lo dije, es bueno. - señaló
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que seguían provocándole. No deam
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LAS AGUAS GOLPEAN contra el murall
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- Si para mí es lo mismo o no, pas
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DENTRO DE SU COMEDOR, Cúneo se rec
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‘Hombre detrás del espejo’ Úl
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