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ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

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CÚNEO LAMENTA haber ido sin su maletín. Evidentemente existe algún tipo<br />

de contrato, algún papel, algo que debe ser mostrado. Quizá Claudio le presente al<br />

dueño del salón o a algún testigo, cualquiera sea el caso habrá que tomar nota,<br />

nombre, números de teléfono.<br />

El humo del cigarrillo se eleva pocos centímetros y queda planchado sobre sus<br />

cabezas, como un paraguas gris espiralado. Avanzan una cuadra por avenida Mitre,<br />

región de autopartistas y mueblerías. El calor y la humedad han expulsado a los<br />

vendedores a la vereda. Un gordo se abanica con la óptica de un Renault 12.<br />

– Es acá.<br />

Claudio lo dirige por una recepción de mosaicos naranjas. En el techo una<br />

hilera de tubos fluorescentes, en las esquinas dos macetas anchas con palmeras y en<br />

las paredes, espejos. Claudio se detiene frente al ascensor y aprieta el botón, que se<br />

enciende en un triángulo rojo. Cúneo se toma la cabeza. Por el túnel se oye el paso<br />

del ascensor por cada planta. Baja a través de la rejilla un aire quemado, graso.<br />

Cúneo tiembla, sus dedos presionan sus sienes.<br />

Las paredes están vestidas con espejos. Los tres metros de pasillo le han<br />

provocado una convulsión que le vibra en el cráneo. En el rincón oscuro de la<br />

recepción está a salvo. Pero ¿dentro del ascensor? Esos cubos suelen llevar espejos,<br />

para ampliar virtualmente sus dimensiones. Se avergüenza de lo que va a decir, pero<br />

lo dice, es preferible decirlo que pasar el papelón de golpear las paredes, que vivir la<br />

horrible sensación que lo ataca cada vez que se refleja, mejor dicho, que nota que se<br />

refleja.<br />

Vamos por las escaleras, mejor. Por favor, por favor, pero Claudio, como en<br />

toda la tarde, no lo oye. Sigue creyéndose vaya a saber con qué autoridad. Lo peor es<br />

que ya no hay tiempo, el cubo ha golpeado la planta baja y la puerta se ha abierto.<br />

Un mundo de espejos está a punto de ofrecérsele como un obsequio irrechazable.<br />

Esa gente que lo empuja lo verá revolcarse como un enfermo y agarrarse de la<br />

cabeza, taparse los ojos como un niño, quizá gritar, quizás vomitar sus propias<br />

vísceras para cubrir los cristales y quitar de ellos la imagen que le arrebatan.<br />

La comunidad avanza y sólo Claudio y él permanecen fuera. Luego él solo. Por<br />

detrás de las espaldas se divisan las superficies brillantes, que reproducen luces,<br />

sacos, camisas, nucas, cabellos, hombros. Cúneo entra e inmediatamente gira para<br />

colocarse de frente a la puerta, que se cierra con lentitud.<br />

Ha cometido un error. Un espantoso error. ¿Y si el interior de la puerta es<br />

también un espejo? No ha hecho menos que ofrecerse desnudo frente al pelotón de<br />

fusilamiento.<br />

La puerta se va cerrando, el espejo se despliega, hoja por hoja, delante de sus<br />

ojos indefensos.<br />

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