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ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

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EL PERIÓDICO CAYÓ AL BARRO. Cúneo envió su mirada desde los juegos<br />

hasta la glorieta, luego hasta los tenebrosos baños públicos. Otra vez hacia los<br />

juegos. Hizo tres pasos torpes, como un borracho. De repente la plaza estaba<br />

atiborrada de árboles y objetos que no permitían identificar nada. La tarde se hizo<br />

noche blanca, cubierta de neblina.<br />

Su recuerdo la había dejado al pie del tobogán pero allí sólo cavaban una mujer<br />

y su niño con una palita roja y un balde amarillo. Las hamacas se balanceaban, pero<br />

todas gracias al peso de completos desconocidos. Cúneo tomó el sendero de<br />

adoquines y fue hasta la calesita de manos, donde cuatro pibes se llamaban a<br />

convulsiones por el vértigo.<br />

Iba a gritar y un aviso íntimo le previno que ninguna palabra iba a salirle<br />

cuando abriese la boca. Pensó que vivía unos de esos momentos que no recordaba.<br />

Pensó que dormía. Pensó que estaba mirándose al espejo y para no darse cuenta se<br />

inventaba la plaza y los chicos e incluso la terrible fuga de su hija. Aceleró los pasos<br />

y giró sobre sí mismo. Se llevó una mano a la boca. Iba a echar su nombre al aire<br />

aunque supiera que todo era inútil, pues la habían secuestrado, se la habían<br />

arrebatado mientras hundía la nariz en un borrador ferviente. Se sintió un estúpido<br />

por dedicarse a redactar un exordio en medio de una plaza el único día de la semana<br />

en que su hija lo acompaña, estúpido por faltar a la tarea más bella y sencilla que<br />

pueda concebir nadie, no quitarle los ojos a la niña de los moños.<br />

Está completamente solo en su desesperación, en la esquina hay un agente de<br />

seguridad y un paseador de perros y de veras que la mujer a quien arrastra el<br />

rotweiller lo mira como si fuese un borracho. Y siente que va a vomitar..<br />

Vomita: ¡Martina!.<br />

Siente un tirón en su botamanga. Le vienen imágenes revulsivas de violadores<br />

y ogros bizarros en un cóctel que lo coloca como protagonista de todas las policiales;<br />

una ojeada al diario ha sido suficiente para un Buenos Aires devorador de niños y<br />

jovencitas. Otro tirón en el pernil, esta vez tan fuerte que su rodilla cede.<br />

– Papi, no te vayas.<br />

Prendida a la costura de su jeans, sobre el hilo del llanto, Martina lo mira con<br />

desconcierto.<br />

Él sabe que está en su baño, una madrugada cualquiera, mirándose al espejo,<br />

porque su hija le hace un reclamo fuera de lugar, le pide que no la abandone cuando<br />

él la está buscando. Va a alzarla y deshacerla contra su pecho pero el miedo toma<br />

otra forma.<br />

– ¡¿Dónde estabas, Martina?! ¡Te pedí que no te alejaras!.<br />

– Al lado tuyo, papá.<br />

Una trémula palidez la vence, como si una muerte la electrocutara.<br />

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