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ebook (.pdf) - Guillermo Imsteyf

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CÚNEO Y BALLENTIN ESTRECHARON SUS MANOS.<br />

– Mejor aún. – festejó Saavedra, que volvió a arrellanarse – No creo que hayan<br />

trabajado juntos. ¿De la facultad?<br />

– No. – respondió Ballentin – Curiosamente nos conocimos ayer.<br />

– Estamos en el mismo caso. – acotó Cúneo para desbaratar dudas.<br />

– No me digan. – se sorprendió el hombre de los cabellos blancos.<br />

Cúneo dudó si debía volver a sentarse, pues Ballentin permanecía de pie. Su<br />

cabeza era una avanzada de piezas discordantes. No debía sorprenderle que Lexos<br />

representase a Coninea, pero sí debía sorprenderlo que no se hubiera enterado antes.<br />

Lo primero que se le ocurrió fue fregar esa “novedad” en la cara de Silva, pero<br />

inmediatamente después lo apremió una ruda reprobación, pues la secretaria, que<br />

manifestó conocer tanto a Artud como a Ballentin, debía saberlo.<br />

El abogado de Coninea vestía un traje impecable, atravesado con delgadísimas<br />

rayas de un color negro menos brillante. No llevaba maletín ni cualquier otra cosa en<br />

sus manos.<br />

– Entonces saluda a tu futuro compañero, Ballentin.<br />

– ¿Vas a trabajar acá?<br />

Cúneo apenas movió la cabeza. Al oír aquella frase, Ballentin perdió la<br />

almidonada rigidez, se acercó al borde del escritorio y apoyó una nalga. Cúneo<br />

ocultó su sorpresa.<br />

– Falta nada más que lo apruebe la comisión.<br />

– Pero si es el recomendado del doctor Saavedra… – Ballentin guiñó un ojo a<br />

Cúneo, como si se tratara de un infante, luego quitó un cigarrillo del estuche que<br />

estaba sobre la tabla de roble.<br />

– Hay una lista. – se atajó, por fin, Saavedra.<br />

– Cada jefe tiene su carta. – dijo Ballentin y volvió a guiñarle un ojo. Cúneo<br />

ocultó su irritación en un cambio de mirada hacia el hombre de canas.<br />

– ¿Y en qué causa…?<br />

– Ballesteros.<br />

– Coninea.<br />

– Expediente interesante. – aportó el jefe – Usted habló de desafíos, doctor.<br />

– Así es. Una causa con posibilidades.<br />

– Encuentra desafíos aquél que los busca, como diría un colega. En realidad,<br />

este podría ser uno más entre muchos litigios empleado–empleador. A Ballentin lo<br />

he visto muy entusiasmado. He leído el expediente, hay allí mucho jugo.<br />

– Puede ser. Aunque, si me permiten la franqueza, aún no comprendo por qué<br />

se mantienen en la disputa. – Saavedra y Ballentin sonrieron – Me ha sorprendido la<br />

actitud de la empresa de no negociar. No se me ocurre aconsejarles pero…<br />

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