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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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Juan Matas Caballero<br />

El deseo de Licímaco de gozar a Teodosia y Doriclea se convierte en la acción<br />

secundaria de El Príncipe tirano, de manera que se desarrolla, junto al conflicto en<br />

torno al tema del poder, la correspondiente implicación en el conflicto del honor.<br />

Esta acción secundaria que desarrolla el tema del honor tiene una justificación que<br />

puede ser el deseo de la necesidad escénica, es decir, de facilitar la representación<br />

de la obra.<br />

La pretensión del Príncipe nos lleva directamente al planteamiento de uno de los<br />

motivos más significativos del teatro áureo: el tema de la honra que, en este caso, se<br />

asocia o, mejor, se contrapone al tema del poder. De hecho, el problema de la honra<br />

no se queda en la esfera individual o privada, sino que adquiere una dimensión pública<br />

y, desde el momento, en que es nada más y nada menos que el mismísimo rey tirano<br />

el que afrenta la honra de sus súbditos, el problema adquiere una vertiente política. La<br />

intención de Licímaco de poseer a las dos mujeres 38 va a suponer –como había vaticinado<br />

Maquiavelo– la oposición de todo el mundo contra el Príncipe tirano (excepto<br />

su cómplice Ligurino): sus víctimas, tanto las mujeres como el marido y el padre de<br />

ambas, el Rey, y hasta el capitán de su guardia, Arganto.<br />

Teodosia y Doriclea se oponen radicalmente a los deseos insanos del Príncipe<br />

y asumen una férrea defensa de su castidad, hasta el punto de mostrarse dispuestas<br />

a la autoinmolación, a perder antes su vida que su honra, como contesta Teodosia<br />

a Ligurino (p. 241, vv. 943-64), o como ambas pretenden consolar a su esposo y<br />

padre:<br />

TEo. Vamos, y vos, mi Calcedio.<br />

Esperá en Dios el remedio<br />

Y tené esperança en mi,<br />

Quel rey bien podra quitarme<br />

La vida, mas no el honor,<br />

Qu’ este os guardare, señor,<br />

Sin que pueda ley mudarme.<br />

Dor. Ericipo, padre mio,<br />

A quien contrario es el cielo,<br />

Recibe de mi vn consuelo<br />

En estado tan impio,<br />

Que presto sere contigo,<br />

Porque morire primero<br />

Que mi honor goze el rey fiero.<br />

(pp. 265-66, vv. 1744-57),<br />

38 Los excesos del Príncipe llegan a plantear una escena, tal vez, única en el teatro áureo, cual es<br />

su deseo de formar un triángulo erótico con Teodosia y Doriclea en la misma sesión carnal<br />

(pp. 266-67, vv. 1778-82).<br />

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