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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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Clásicos Cara al sol, I<br />

El grupo de Lorca –“laicos artistas” los llama con desprecio– había escogido a los<br />

clásicos y, en particular, la Fuente Ovejuna de Lope, en la medida en que con ella<br />

se halagaba “a las masas adictas”, propensas a asistir a esta suerte de “mítines artísticos”,<br />

enfrentarnos con el pueblo de Albacete, con su sensibilidad artística y hasta…<br />

con la memoria de Lope de Vega. Y todo esto no ha podido producirnos más que<br />

risa, porque es hacernos creer que el pueblo de Albacete es la Casa del Pueblo, que<br />

no comulgó con ruedas de molino en aquella ocasión, aunque después ayude con<br />

doscientas pesetas a sostener los gastos que se originaron en aquel festival artístico<br />

por los oradores del carro ambulante del socialismo [Escobar, 1933; en Peral Vega,<br />

2006].<br />

Sin embargo, he podido recoger algún testimonio falangista a favor del proyecto<br />

que dirigían García Lorca y Eduardo Ugarte. En un número posterior de la<br />

revista Haz antes mencionada el mismo crítico que atacaba la versión lorquiana de<br />

Fuente Ovejuna defiende “La Barraca” como un teatro opuesto al que complacía a<br />

la burguesía:<br />

Mañana a otro pueblo, a un nuevo lugar: las mismas caras, los mismos tipos;<br />

un rincón de España más que recibe una, dos, tres horas de alegría. ¿Merece la<br />

pena? Nuestras cerriles derechas dicen que no. Nosotros decimos claramente que<br />

sí [E.R.L., 1935: 3].<br />

Desconozco si para entonces había ya falangistas “infiltrados” en “La Barraca”.<br />

Me pregunto por la función que algunos colaboradores de Lorca, como el escultor<br />

Emilio Aladrén, el pintor José Caballero o el actor Modesto Higueras –los tres luego<br />

vinculados a la Falange–, pudieron tener en esta visión simpatizadora del teatro<br />

itinerante.<br />

Por lo demás, los escritores joseantonianos de Haz –por cierto, todos ellos<br />

camuflados por las iniciales de sus nombres y apellidos– asumían a Lope dentro<br />

de su totalitario sistema de valores, como símbolo de “la unidad de destino de la<br />

España de siempre, militar, católica, universitaria, doctoral y artesana”. Al panfleto<br />

sólo le faltaba la vibrante rúbrica con que los ardorosos falangistas finalizaban sus<br />

arengas: “¡Arriba Lope de Vega! ¡Arriba España! [L.B.L., 1935b: 2]<br />

Por eso, este mismo crítico carga contra la versión que de Fuente Ovejuna había<br />

dado Rivas Cherif en el Teatro Español, proponiendo resaltar el “significado totalitario,<br />

nacional, católico e imperial, en vez de utilizarlo como se hace ahora con<br />

nuestro español imperial Lope de Vega en el Teatro Municipal, donde alborota el<br />

cuñado de Azaña para una falsa propaganda disolvente del sentido popular y justo<br />

que atesoran” [L.B.L., 1935: 2]. A principios de 1936, Ángel Rodríguez Pascual señalaba<br />

la improcedencia de darle a Fuente Ovejuna un sesgo revolucionario, sacándola<br />

de su contexto natural, “un fidelísimo retrato de la lucha que reyes y pueblo<br />

sostiene contra el poder despótico de los señores” pero que de ningún modo puede<br />

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