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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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LAS MUJERES <strong>DE</strong>L FRAILE<br />

Pedro María MARTÍNEZ<br />

Actor<br />

Óyese un alleluya o cualquier otro sonido o música que ilustre que se está produciendo<br />

un viaje del cielo a la tierra.<br />

Súbitamente entra por la puerta con gran excitación fray Gabriel Téllez, Tirso de Molina,<br />

con su hábito de mercedario, sus sandalias…lleva en la mano un cartapacio con hojas<br />

de papel de pergamino muy grande.<br />

TÉLLEZ.- ¡Alleluya, alleluya, alleluya! ¡Ay qué alegría tengo de estar aquí! ¡Ay<br />

qué alegría! Gracias, Señor, por tu infinita bondad y también por esta música celestial<br />

que ha hecho mi viaje tan grato. Gracias, gracias, gracias…(La musica se va<br />

yendo. Por fin se dirige al publico) No os asustéis, queridos míos. Soy una aparición sí,<br />

soy la encarnación de un humilde fraile, fray Gabriel Téllez, de otro nombre Tirso<br />

de Molina, pero soy una aparición amorosa de alguien que os conoce y os quiere.<br />

Si supiérais cuántas veces durante los últimos cuatro siglos he pedido a Nuestro<br />

Señor que hiciera conmigo este pequeño milagro, que me permitiera ser un humilde<br />

conferenciante en vuestros teatros…” ¿Y de qué les vas a hablar tú, Gabriel,<br />

carcamal, que a ellos, seres del siglo XXI, pueda interesarles?”, me decía Él lleno<br />

de divina razón.”.”Claro, Señor, claro…” Yo no me atrevía a decirle el asunto de mi<br />

conferencia y volvía sobre mis pasos una y otra vez. Y por fin me atreví: “Señor,<br />

quiero hablarles de un tema que sí les va a interesar porque es un tema eterno: las<br />

mujeres” “¿Qué has dicho?” Y yo, como si no le hubiera oído, “de cómo, quizá<br />

por mi obligación de tenerlas lejos de mi vida y de mi lecho, las he amado, de<br />

cómo llegué a conocerlas profundamente y por ello fui capaz de plasmar en mis<br />

obras sus virtudes, la belleza de su corazón, y también, pocas veces, sus bajezas”…<br />

Y Él, bastante enfadado… “Gabriel, te he dicho mil veces que no quiero que hables<br />

de tu teatro ni aquí en el cielo ni mucho menos en la tierra. Eras un fraile, Téllez..<br />

¿Imaginas cuánta manga ancha tuve que tener con tus muchas procacidades para<br />

no condenarte al fuego eterno cuando fuiste juzgado?” “Lo sé, Señor, pero también<br />

sé –y aquí me puse un poco pícaro, la verdad- que si ahora estoy gozando de tu divina<br />

presencia, que si me permites a menudo viajar al Parnaso a ver a mis maestros<br />

y amigos, es porque mi teatro te gusta. Reconócelo, Señor, te gusta mi “Burlador<br />

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