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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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Juan Matas Caballero<br />

talmente al ejercicio de su propio hijo, lo que se traduce en una de las más claras<br />

evidencias de la actitud antimaquiavélica que adopta nuestro dramaturgo, plasmada<br />

en la imagen positiva del monarca o del poder. Así, el papel del Rey también<br />

servirá para ofrecer una salida o solución a la crisis de gobierno provocada por el<br />

Príncipe tirano.<br />

Providencialismo<br />

Si el maquiavelismo se caracterizaba por la preeminencia de la razón de Estado<br />

sobre cualquier otro criterio de orden moral, judicial o religioso, el antimaquiavelismo<br />

reacciona reafirmando la sobrevaloración de la ética y de la providencia. Además<br />

de lo señalado en epígrafes anteriores, 30 esa tácita contienda entre maquiavelismo<br />

y antimaquiavelismo respecto al problema religioso se traduce en El Príncipe<br />

tirano en una dialéctica que se cifra simbólicamente en las constantes apelaciones<br />

al espíritu infernal del príncipe Licímaco y las continuas invocaciones a la justicia<br />

divina, a la intervención de la providencia para que haga justicia y castigue al Príncipe<br />

tirano por todos sus crímenes y horribles acciones.<br />

Ya, en la comedia, la furia infernal Aleto apareció inspirando al Príncipe el<br />

ejercicio del mal, aconsejándole que matase a su hermana para poder acceder al<br />

reinado. De este modo, se sugiere que la maldad del Príncipe viene inspirada por la<br />

furia infernal y, conforme los distintos personajes van entrando en contacto, sobre<br />

todo como víctimas, con los crímenes y atropellos del Príncipe tirano, todos van<br />

subrayando de manera simbólica su condición infernal: Cratilo, el mismo día de la<br />

coronación del Príncipe, se queja de que la alegría de Colcos se terminará y todos<br />

comenzarán a morir, y el culpable será el Príncipe “inhumano”, “tirano”, poseído<br />

por la “infernal Aleto” (p. 224, v. 393); Leutonio lo identifica con la furia infernal<br />

(p. 251, vv. 1285-86); el Rey también lo considera el espíritu del infierno (p. 252,<br />

v. 1342); Arganto lo cree instigado por Aleto (p. 255, v. 1404).<br />

Frente a tal identificación del Príncipe tirano con el espíritu del infierno sólo<br />

cabría una solución que proviniera de una fuerza sobrehumana, de ahí que todos<br />

esos mismos personajes, conscientes de su impotencia frente al todopoderoso<br />

tirano, acaben invocando la justicia divina, que se convierte en un símbolo léxico<br />

que funciona a lo largo de toda la obra y que, en cierto modo, corrobora el fatal<br />

desenlace que aguarda al tirano. Ya en el mismo ritual del juramento de Colcos se<br />

apelaba a Júpiter si el Príncipe incumplía su promesa de respetar los estatutos del<br />

reino (p. 228, vv. 538-39). De forma gradual y conforme los personajes padecen<br />

la crueldad de Licímaco, se van sucediendo las invocaciones a la justicia divina<br />

(los nobles tras la quema del templo de Marte: p. 235, vv. 735-6), con el ánimo<br />

30 Véase más arriba los epígrafes titulados “La ausencia de religión” y “El fin justifica los medios”.<br />

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