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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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El poder en la tragedia El Príncipe Tirano de Juan de la Cueva<br />

el mundo, y que aspira a ser temido y aborrecido, pues parece que ha cifrado su<br />

objetivo personal en concitar el odio de su pueblo, de ahí que declare que nada ni<br />

nadie, ni hombre alguno ni dios, quedará tranquilo con su ejercicio de gobierno:<br />

Vna viva centella<br />

Me abrassa, y el desseo me levanta<br />

Qu’el duro yugo oprima<br />

Por mi mano todo a quien mi braço espanta,<br />

Haziendo que mi nombre<br />

Se honore qual deidad, qual furia assombre.<br />

Que me aborrezcan no me da cuydado,<br />

Temanme a mi qu’es lo que yo pretendo,<br />

Y esté en odio perpetuo de mi tierra;<br />

Sea inviolable mi real mandado,<br />

Entiendase qu’ está en mi pecho horrendo<br />

Crueldad eterna y que piedad no encierra;<br />

La paz bolveré en guerra,<br />

No avra en tomando el ceptro en esta mano<br />

Sossiego que no turbe,<br />

Hombre que no perturbe<br />

Ni dios en todo el coro soberano<br />

A quien el poder mio<br />

Dexe en quietud gozar su señorio.<br />

(p. 212, vv. 7-26) 22<br />

El príncipe Licímaco parece un alumno aventajado de Maquiavelo en tanto<br />

que no ha dudado en obrar mal, con absoluta crueldad, incluso desde antes de<br />

obtener el poder, y en todo momento ha prescindido de cualquier concepto moral,<br />

sólo le ha interesado imponer su voluntad y capricho al margen de cualquier ley o<br />

principio ético, y sin ninguna justificación que no fuera su propio interés.<br />

El Príncipe usa la crueldad y el terror desde el primer momento, incluso en<br />

la comedia, cuando mata a su hermana la Princesa que era la legítima heredera al<br />

trono, y a Trasildoro, su consejero, con tal de quedarse él como único heredero.<br />

También mató, sin ningún motivo ni causa, a dos pajes, Rucelo y Porcildo, que<br />

arrojó desde el mirador después de sacarle al primero los ojos con una daga, y quemárselos<br />

al segundo (pp. 225-26, vv. 427-65). Una vez coronado como rey, castigó<br />

mortalmente a los dos nobles, Cratilo y Gracildo, que se habían rebelado tras la<br />

22 A. Robert Lauer señaló el eco de Séneca (De Clementia, I. 11-2) en este monólogo que inicia<br />

la tragedia de El Príncipe tirano, en el que presenta sus credenciales políticas y morales;<br />

Tyrannicide and Drama, Stuttgart, Franz Steiner, Archivm Calderonianum, 4, 1987, p. 80.<br />

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