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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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Felipe B. Pedraza Jiménez<br />

el comportamiento y el lenguaje de los personajes. Segismundo, criado entre las<br />

fieras, emplea un lenguaje siempre complejo (hasta aquí es convención aceptable<br />

por el espectador) y a veces extremadamente alambicado. Así, la “fiera de los hombres”<br />

y el “hombre de las fieras” comenta, cuando ve que Rosaura se quiere retirar<br />

con presteza:<br />

(Hasta aquí lenguaje complejo)<br />

Oye, mujer, detente.<br />

No juntes el ocaso y el oriente,<br />

huyendo al primer paso;<br />

que juntas el oriente y el ocaso,<br />

la lumbre y sombra fría:…<br />

…serás, sin duda, síncopa del día. (vv. 1572-1578) 2<br />

Ahora el tecnicismo helenizante síncopa pasa de la convencional complejidad<br />

al caprichoso e inadmisible alambicamiento. La inverosimilitud es patente y ha sido<br />

censurada por los neoclásicos dieciochescos y por los decimonónicos como Menéndez<br />

Pelayo, que supo apreciar muchas de las calidades estéticas de Calderón,<br />

pero se atascó siempre en una idea convencional de la verosimilitud y de la coherencia<br />

interna de textos y personajes 3 .<br />

2 Citaré siempre por la edición de Milagros Rodríguez Cáceres, con prólogo de Rosa Navarro<br />

Durán, Octaedro, Barcelona, 2001.<br />

3 Al analizar el papel de Rosaura dentro del drama, don Marcelino lo vincula a su primera<br />

réplica, exageradamente cultista (“Hipogrifo violento,/ que corriste parejas con el viento…”,<br />

vv. 1-2), y concluye: “Tan falso como es el personaje, tan hinchado y babilónico<br />

es su lenguaje. […] Prueba clarísima de que lo mal imaginado y mal sentido, también se<br />

expresa siempre mal; y que personaje tan fuera de toda sana razón y de toda naturaleza<br />

humana no podía hablar en estilo más racional y llano” (M. Menéndez Pelayo: “Calderón<br />

y su teatro”, en Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, tomo III, p. 230).<br />

Son numerosos los trabajos modernos dedicados a contradecir esta opinión. Entre los ya<br />

clásicos se cuentan los de Edward M. Wilson: “La vida es sueño”, Revista de la Universidad<br />

de Buenos Aires, núms. 3-4 (1946), pp. 61-78; Michele Federico Sciacca: “Verdad y<br />

sueño en La vida es sueño de Calderón de la Barca”, Clavileño, I (marzo-abril, 1950), pp.<br />

1-19; Albert E. Sloman: “The structure of Calderón’s La vida es sueño”, Modern Language<br />

Review, XLVIII (1953), pp. 293-300; y William M. Whitby: “Rosaura’s role in the structure<br />

of La vida es sueño”, Hispanic Review, <strong>XXV</strong>III (1960), pp. 16-27. Tres de estos artículos,<br />

los de E. M. Wilson, M. F. Sciacca y W. M. Whitby, se encuentran reunidos en Manuel<br />

Durán y Roberto González Echevarría (eds.): Calderón y la crítica: historia y antología,<br />

Gredos, Madrid, 1976, 2 tomos.<br />

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