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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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Alfredo Hermenegildo<br />

«Sintiólo Mercurio, segundo planeta,<br />

oyó las canciones del sancto profeta<br />

y los menestriles de lejos sonar» (vv. 690-692).<br />

La Virgen continúa su «sancta carrera» (v. 698) y llega a la esfera de Venus, la<br />

tercera, pero no se detiene en ella. La propia Venus<br />

«de mucha vergüença su gesto ascondió,<br />

que no conformaban sus obras con Ella.<br />

No hizo la Virgen ningún caso de ella<br />

y al círculo cuarto derecha pasó» (vv. 701-704).<br />

Venus, la diosa del amor, está ausente de la vida de la Virgen y siente vergüenza<br />

de verla. La obsesiva y dogmática afirmación del discurso oficial cristiano aparece<br />

bien marcada en el texto de Yanguas.<br />

La Virgen y su compañía se detienen para mirar «el Zodiaco con sus doze<br />

signos» (v. 710). Sigue después hasta el «cerco de Mares» (v. 715), es decir, Marte,<br />

que, al verla, «hincó las rodillas» (v. 722). De allí vuela María hasta «la casa de Júpiter»<br />

(v. 726), quien, al contemplar «la gente y la fiesta, / como un personaje sin<br />

son se quedó» (vv. 727-728). El peso de la metateatralidad apuntada en Júpiter,<br />

transformado en personaje mudo ante tanta maravilla, es digna de señalarse en un<br />

pasaje puramente narrativo, pero integrado en la estructura teatral del conjunto de<br />

la pieza. Después Júpiter se postra ante María y le dice:<br />

«Reposad un poco en mi habitación,<br />

que, puesto que sea muy pobre el mesón<br />

para tan alta y real majestad,<br />

tomad lo vivo de mi voluntad.<br />

Si falta hay en casa, merezco perdón» (vv. 732-736).<br />

María pasa por el espacio de Saturno, el séptimo planeta, llega al «octavo polo,<br />

que es cielo estrellado» (v. 748), y ve el Carnero (v. 753), el Toro (v. 754), Cástor y<br />

Pólux (v. 755), el Cáncer, «que estaba delante el León» (v. 756), Virgo y Escorpión<br />

(v. 757), Libra, Centauro y Capricornio (v. 758), Acuario y los Peces (v. 759). Es decir,<br />

todos los componentes zodiacales. Miró las Híadas o Híades, las Siete Cabrillas,<br />

los Canes, el Cisne y Dragones, la Lira de Orfeo y las Osas (vv. 761-767).<br />

Acompañada por las «mil músicas dulces [que] los ángeles cantan» (v. 776),<br />

llega al noveno cielo, «que suelen llamar cristalino» (v. 780), para acceder al décimo<br />

«que llaman empirio» (v. 782), «más fresca que rosas ni flores de lirio, / do estaba<br />

su Hijo, precioso, divino» (vv. 783-784). Al despliegue del conocimiento astral, se<br />

une la descripción propia del discurso religioso cristiano, es decir, aparecen, para<br />

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