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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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Alfredo Hermenegildo<br />

cristiano, ya percibido como maravilloso y, por lo tanto, como isotópico y no<br />

extraño. Lo que asegura la eficacia de la catequesis.<br />

El Auto 62, el más largo de los tres –434 versos-, despliega en la loa la serie de<br />

alabanzas a María (estrella, vergel, seráfico dechado, vara de Aarón, torre de David,<br />

etc..). Y termina dicha loa con una curiosa instrucción en la que se pide silencio al<br />

público, un silencio mecánicamente reclamado para que la representación se haga<br />

con facilidad. Hasta ahí el auto entra dentro de la norma. Pero añade algo más<br />

significativo. El silencio reclamado implica que sólo deben y pueden hablar los que<br />

saben, es decir, la jerarquía, la Iglesia docente: «Quien no entendiese calle, porque<br />

entienda / que hablar y no entender no tiene enmienda» (Auto 62, vv. 55-56). Es<br />

decir, se protege la descodificación y comprensión del mensaje, su recta interpretación,<br />

como algo que implica «realidades» religiosas, por la autoridad de los que<br />

poseen el magisterio eclesiástico, con lo que se envuelve todo lo que se va a representar<br />

con la condición maravillosa, isotópica desde el punto de vista semántico. Su<br />

significado, a pesar de ciertos rasgos que pueden aparecer como extraños, irreales<br />

y anisotópicos, queda bien anclado en la «autoridad del magisterio» y es percibido<br />

por el espectador como algo maravilloso y, por tanto, «real».<br />

El contenido del Auto 62, más elaborado que el del 31, recoge los elementos<br />

fundamentales aparecidos en este último, aunque añade segmentos nuevos, tales<br />

como la Asunción misma del cuerpo de la Virgen: llegada del ángel, entrega de la<br />

palma, anuncio de la muerte de María, llegada de Juan «espantado y sin sentido»<br />

(Auto 62, v. 192), entrada del resto de los apóstoles, también admirados y confusos<br />

por el rápido y extraño viaje que han hecho desde regiones lejanas, muerte de<br />

María y bendición de los discípulos, encargo angélico para que lleven el cuerpo<br />

al valle de Josafat, procesión del entierro, elevación del cuerpo («Aquí se cahee la<br />

tapa del ataud y enpieça a subir el cuerpo» - Rouanet, vol. III, p. 33). La caída de la<br />

tapa, muy impresionante en sí, no produce extrañeza en los apóstoles. La isotopía<br />

semiótica se mantiene; la semántica está asegurada por el discurso envolvente del<br />

magisterio eclesiástico.<br />

El Auto 32 recoge también los elementos esenciales de la dramaturgia asuncionista.<br />

Desde el punto de vista escenográfico es más espectacular que el auto<br />

anterior. Cuando María muere, el texto pone en su boca las mismas palabras pronunciadas<br />

por Cristo al final de su agonía en la cruz: «y en tus manos encomiendo<br />

/ aqueste spiritu mio» (Auto 32, vv. 140-141). La muerte de María es presentada de<br />

forma simple, casi ritualizada, litúrgica, pero la didascalia que sigue [Aqui se abre el<br />

çielo y parescen las tres personas de la Trenidad cantando con el anima] (Rouanet,<br />

vol. II, p. 13) ordena una innovación escénica mucho más cercana a las teatralizaciones<br />

aparecidas en el ámbito peninsular catalanohablante que a las usadas en el<br />

espacio castellano. El Auto 32 se distingue de los otros dos por su condición más espectacular,<br />

por su escenografía más exigente. Ya en los compases finales de la obra,<br />

vuelve a abrirse el Cielo, baja el alma con un coro de ángeles para subir de nuevo<br />

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