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XXIV Y XXV JORNADAS DE TEATRO DEL SIGLO DE ORO In ...

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El poder en la tragedia El Príncipe Tirano de Juan de la Cueva<br />

Eri. Mude tu magestad de pensamiento<br />

Porque lo que pretendes no es possible.<br />

Pr. ¿Pues que impossibilita mi contento<br />

Que haze a lo que quiero yo impossible?<br />

¿Puede el cielo impedir mi mandamiento?<br />

¿Puede todo el poder del Verco horrible<br />

evitarlo, si nada no me impide?<br />

(p. 259, vv. 1535-41)<br />

Y, de nuevo, tras una invocación del Rey a los dioses para que castiguen a su<br />

hijo, el Príncipe, enfurecido porque había fracasado en el intento de matarlo, exclama<br />

en su conocido tono deicida:<br />

Por pies se m’ escapó mi padre fiero;<br />

No se me irá o al cielo hare guerra,<br />

Y al Retor summo del celesto impero<br />

Con los mas dioses lançaré a la tierra.<br />

(p. 266, vv. 1767-70)<br />

Así, no parece que quepan muchas dudas acerca de los ecos que de El Príncipe<br />

de Maquiavelo se oyen en el tema de dios en la tragedia de El Príncipe tirano de<br />

Cueva, ya que Licímaco –que, en este aspecto, ha extremado la recomendación<br />

del florentino– entendía el ejercicio de gobierno como una práctica que no necesitaba<br />

la contemplación de ningún otro parámetro divino ni moral, y la quema<br />

simbólica del templo de Marte lo había convertido a él mismo en la única autoridad<br />

existente tanto en el cielo como en la tierra, y tal convicción le permitía adoptar<br />

toda clase de impostura soberbia y prepotente contra dios.<br />

El fin justifica los medios<br />

Maquiavelo veía positivo que el príncipe tuviera buenas cualidades (ser “piadoso,<br />

leal, humano, íntegro, religioso”, p. 83), pero, si no las poseía, podía y debía aparentarlas,<br />

porque lo que realmente importa es que el príncipe actúe debidamente<br />

para defender su Estado y, a veces, debe actuar “contra la lealtad, contra la caridad,<br />

la humanidad y la religión” (p. 83). Para el secretario florentino todo es lícito al<br />

príncipe para conservar su Estado: “que los medios siempre serán considerados<br />

justos y alabados por todos” (pp. 83-84). Así vemos cómo para Maquiavelo el fin<br />

Juan, en El burlador de Sevilla, cuando también de forma sacrílega y escéptica exclamaba el<br />

“¡cuán largo me lo fiáis”.<br />

83

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