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Pideme-Lo-Que-Quieras

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Me la entrega y la paseo por mi pierna hasta llegar a la cara interna de mis muslos.<br />

Le dejo tocarme y pronto introduce un dedo bajo mis bragas. Dejo que se encapriche más<br />

de mí y, cuando se anima, lo obligo a que saque el dedo y se lo llevo a su propia boca.<br />

—Resbaladiza y húmeda, como a ti te gusta.<br />

Intenta cogerme de nuevo por la cintura y le doy un manotazo.<br />

—Prohibido tocar, señor Zimmerman.<br />

—Señorita Flores… modere sus órdenes.<br />

Sonrío, pero él no. Eso me gusta.<br />

Subo mi mano izquierda hasta su cuello, la meto entre el sillón y él y le agarro del<br />

pelo con cuidado. No quiero que le duela más la cabeza. Su cuello queda expuesto<br />

totalmente ante mí, mientras siento el latido de su corazón entre mis piernas.<br />

—Señor Zimmerman, no olvide que ahora mando yo.<br />

Saco mi lengua y le chupo el cuello. Me deleito con su sabor y finalmente acabo en<br />

su boca. Adoro su boca. Le devoro los labios y oigo un gemido gutural salir de su interior.<br />

—Me encantan tus ojos —murmuro—. Son preciosos.<br />

—Yo los odio.<br />

Me hace gracia su comentario. Eric tiene unos maravillosos ojos azules que estoy<br />

segura que causan furor allá por donde vaya. Cada segundo que pasa me siento más<br />

alterada, acerco mis pechos de nuevo a su boca y, cuando él me los va a chupar, se los<br />

retiro. Sin dejar de mirarlo a los ojos, me escurro entre sus piernas y, con cuidado de no<br />

darme en el brazo, meto mi mano bajo sus calzoncillos, agarro su caliente pene y sus duros<br />

testículos y saco todo ello al exterior.<br />

¡Oh, Dios! Es impresionante.<br />

El poderoso latido de aquel grueso glande hinchado hace que la vagina me tiemble<br />

de impaciencia. Y cuando acerco mi boca hasta su rosado capullo y me lo introduzco, lo<br />

siento temblar a él. Mi lengua, deseosa, pasea por su pene y le reparto cientos de dulces<br />

besos cargados de erotismo y perversión. Juego mimosa hasta que sus jadeos por lo que le<br />

hago me hacen mirarlo y veo que tiene la cabeza recostada en el sofá y los ojos cerrados.<br />

Su mandíbula está tensa y tiembla de gozo. ¡Oh, sí… sí! De pronto, noto sus manos en mi<br />

cabeza y digo para que me escuche:<br />

—Imagina que estamos en el club de intercambio y alguien nos mira y se muere<br />

porque tú le permitas tocarme, mientras me haces el amor con la boca delante de él. ¿Te<br />

gusta?<br />

—Sssí… —consigue decir mientras enreda sus dedos entre mi pelo.<br />

Noto sus caderas moverse y su pene se acomoda aún más en mi boca. Eso me da<br />

fuerzas para continuar mientras siento cómo todo él se contrae de placer. Con delicadeza,<br />

mordisqueo alrededor de su capullo y me paro en una finita tela. Mi lengua se desliza por<br />

ella consiguiendo que Eric se mueva y resople y más cuando finalmente la agarro con mis<br />

labios y tiro de ella.<br />

Como si de un helado se tratara, lo chupo, lo degusto. Recuerdo la trufa que hay<br />

sobre la mesa y sonrío. Cojo un poco con mi dedo, lo unto en su pene mientras me recreo y<br />

murmuro que otro día será él quien unte esa trufa en mi clítoris para que otros me chupen.<br />

Eric jadea, muerto de placer.<br />

Con mi otra mano libre le agarro los testículos y se los toco. Eric tiene un espasmo,<br />

después otro y sonrío al oírlo resoplar.<br />

Anhelante de su pene, regreso a él. <strong>Lo</strong> meto con mimo en mi boca, pero ya está tan<br />

enorme e hinchado que no cabe, por lo que decido subir y bajar mi lengua por él mientras el

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