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las piernas.<br />
—Espero que dentro de media hora estés todavía más contenta —me dice.<br />
Eso me hace reír mientras noto sus manos juguetonas apretando mi sexo a través del<br />
vaquero. Eso me pone más y más, y, cuando llegamos a la puerta del Villa Magna y nos<br />
bajamos del coche, me agarra de la mano, me quita las llaves y se las entrega al portero.<br />
Después tira de mí hasta llegar a los ascensores. Una vez en su interior, el ascensorista no<br />
necesita preguntarnos nada: sabe perfectamente dónde nos tiene que llevar. Al llegar a la<br />
última planta, se abren las puertas del ascensor y leo: «Suite Royal».<br />
Al entrar, respiro el lujo y el glamur en estado puro. Muebles color café, jardín<br />
japonés… Entonces me doy cuenta de que hay dos puertas en la suite. Las abro y descubro<br />
dos fantásticas habitaciones con enormes camas king size.<br />
—¿Por qué utilizas una suite doble?<br />
Eric se acerca a mí y se apoya en la pared.<br />
—Porque en una habitación juego y en la otra duermo —murmura.<br />
De pronto, unos golpes en la puerta llaman mi atención y entra un hombre de<br />
mediana edad. Eric lo mira y dice:<br />
—Tráiganos fresas, chocolate y un buen champán francés. <strong>Lo</strong> dejo a su elección.<br />
El hombre asiente y se marcha. Yo todavía estoy en estado de shock mientras<br />
observo el placer de lo exclusivo. Nos alejamos unos metros de la puerta y caminamos por<br />
la habitación. Yo me dirijo directamente a una terraza. Abro las puertas y salgo.<br />
Pronto siento a Eric detrás de mí. Me coge por la cintura y me aprieta contra él.<br />
Después baja su cabeza y siento sus labios repartir cientos de dulces besos por mi cuello.<br />
Cierro los ojos y me dejo llevar. Noto sus manos por debajo de mi camiseta y cómo éstas se<br />
agarran con fuerza a mis pechos. <strong>Lo</strong>s masajea y comienzo a vibrar. Ha sido entrar en la<br />
habitación y ya siento que me quiere poseer. <strong>Lo</strong> apremia la prisa. <strong>Lo</strong> apremia hacerlo ya.<br />
—Eric, ¿puedo preguntarte algo?<br />
—Sí.<br />
A cada segundo que pasa me siento más húmeda por las cosas que me hace sentir.<br />
—¿Por qué vas tan de prisa?<br />
Me mira… me mira… me mira y, finalmente, dice:<br />
—Porque no quiero perderme nada y menos aún tratándose de ti. —Un jadeo sale<br />
por mi boca y ahora es él quien pregunta—: ¿Llevas el vibrador en el bolso?<br />
Al recordarlo maldigo en silencio.<br />
—No —respondo.<br />
Él no contesta y, sin que yo me mueva, noto que me desabrocha el botón del<br />
vaquero y me baja la cremallera. Introduce su mano bajo mis bragas, traspasa mi húmeda<br />
hendidura, posa un dedo sobre mi clítoris y comienza a moverlo. <strong>Lo</strong> estimula.<br />
—Dije que siempre lo llevaras encima, ¿lo recuerdas?<br />
—Sí.<br />
—¡Ah, pequeña…! Debes recordar los consejos que te doy si quieres que podamos<br />
disfrutar plenamente del sexo.<br />
Asiento, totalmente subyugada, cuando su dedo se para y lo saca lentamente de<br />
debajo de mis bragas. Quiero pedirle que continúe. En cambio, me acerca el dedo a la boca.<br />
—Quiero que sepas cómo sabes. Quiero que entiendas por qué estoy loco por volver<br />
a devorarte.<br />
Sin necesidad de nada más, muevo el cuello y meto su dedo en mi boca. El sabor de<br />
mi sexo es salado.