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Pideme-Lo-Que-Quieras

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59<br />

A la mañana siguiente cuando llego a la oficina, no me sorprende encontrarme a<br />

Eric trabajando. Con disimulo dejo mis cosas sobre mi mesa y suena mi teléfono interno.<br />

Eric. Quiere que pase.<br />

—Buenos días, señorita Flores.<br />

—Buenos días, señor Zimmerman.<br />

Entonces veo a Julio Merino, un chico de la empresa, sentado en la mesita redonda<br />

que hay en el despacho con unos papeles.<br />

—Señor Merino —dice Eric recostándose en la silla—, ¿podría traerme un café<br />

solo?<br />

El joven se levanta.<br />

—Sí, señor Zimmerman… en seguida se lo traigo.<br />

Cuando pasa por mi lado pone los ojos en blanco y yo intento contener la risa.<br />

Cuando Eric y yo nos quedamos solos en el despacho, él suaviza su tono de voz:<br />

—¿Qué tal has dormido?<br />

—Fatal… te echaba de menos.<br />

Noto la comisura de sus labios curvarse.<br />

—Seguro que no tanto como yo a ti.<br />

—Te equivocas… estoy segura que tanto o más.<br />

Nos miramos. Duelo de miradas. He aprendido a aguantar sus retos.<br />

—Esta noche duermes conmigo en mi hotel.<br />

—Vale.<br />

Esa proposición me encanta. Me enloquece y pienso que será un buen momento de<br />

explicarle lo que me pasó el día anterior.<br />

—¿Te apetece que juguemos con compañía?<br />

Mi estómago se contrae. ¿Jugar acompañados? Sé lo que eso significa y llevo<br />

mucho tiempo sin hacerlo. Trago el nudo de emociones que se ha atascado en mi garganta.<br />

—Me parece bien si a ti te lo parece.<br />

Sin levantarse de su asiento, mueve su cabeza.<br />

—¿Excitada? —pregunta al notar mi nerviosismo.<br />

Asiento. Eric sonríe y se levanta.<br />

—Por favor, señorita Flores, pase al archivo.<br />

Sin dilación, me dirijo hacia donde me pide y mi respiración se vuelve irregular.<br />

Una vez allí, Eric se acerca a mí, mi trasero golpea los archivos y, apoyando su cadera<br />

sobre la mía, siento que su mano se mete por debajo de mi falda y me toca el muslo<br />

derecho.<br />

—Llevo sin entregarte mucho tiempo y no veo el momento de hacerlo.<br />

—Eric…<br />

—Sigo cabreado contigo y mereces un castigo.<br />

—¿Un castigo?<br />

—Sí… mi pequeña. Y esta tarde sabrás cuál es.<br />

Regresa el duelo de miradas.<br />

—Te recuerdo —murmuro—, que tu castigo en Barcelona fue calentarme en aquel<br />

bar de intercambio de parejas y luego dejarme a dos velas.<br />

Sonríe y pasa su nariz por mi pelo.<br />

—Nunca se sabe, Jud… nunca se sabe.

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