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¡Eric!<br />
Cinco minutos después y con la respiración normalizada, me siento en la cama.<br />
Miro con curiosidad aquel aparatito y sonrío. Aunque nunca se lo diré, he pensado en él. En<br />
¡Eric!<br />
A las siete y media, Fernando llega a mi casa. Como siempre está feliz y sonriente.<br />
Me da un piquito en los labios y yo me dejo. Es un amor. A las ocho llegamos al bareto<br />
donde he quedado con mis amigos para ver la final España-Italia. Tenemos que ganar. La<br />
juerga nos rodea y comienzo a cantar y a divertirme como una loca con mi bandera de la<br />
selección española colgada a mi cuello y los colores rojo-amarillo-rojo pintados en mi cara.<br />
Aparece Nacho, un amigo tatuador. Es mi confidente. Tenemos una amistad muy<br />
especial y nos lo contamos todo. Cuando ve a Fernando se ríe. Sabe la relación que tengo<br />
con él y le hace gracia. No entiende cómo éste sigue detrás de mí tras todos los desplantes<br />
que le hago.<br />
A las nueve menos cuarto, el partido da comienzo. Estamos nerviosos. Nos jugamos<br />
el Mundial. ¡Vamos España!<br />
¡¡¡No hay dos sin tres!!!<br />
En el minuto 14, Silva mete un golazo que nos hace saltar de emoción. Fernando me<br />
abraza y yo lo abrazo. Estamos felices. El ataque de Italia se endurece pero Jordi Alba, en<br />
el minuto 41, mete otro golazo que nos hace volver a gritar como descosidos. Fernando me<br />
besa en el cuello y yo, feliz, se lo permito. Llega el descanso y Fernando ya me tiene sujeta<br />
por la cintura.<br />
El segundo tiempo comienza y yo grito que saquen a Torres.<br />
¡<strong>Que</strong> saquen al Niño!<br />
Y cuando veo que calienta y que el entrenador Del Bosque le dice que salga, grito,<br />
aplaudo y salto encantada. Fernando aprovecha la situación y me sienta entre sus piernas.<br />
Yo me dejo. Pero mi gozo se completa cuando en el minuto 84, Torres, ¡mi Torres!, mete el<br />
tercer gol.<br />
¡Bien! ¡Bien…!<br />
Fernando, al verme tan entregada a la causa, me aúpa entre sus brazos y, de la<br />
felicidad, me planta un besazo de campeonato. Después me suelta y, cuando, en el minuto<br />
88, Mata mete un golazo tras un pedazo de pase de mi Torres, creo morir, pero ¡de gusto! Y<br />
esta vez soy yo la que se lanza a sus brazos y lo besa con furia española.<br />
Cuando el partido termina, mis amigos y yo lo celebramos a lo grande. Fernando no<br />
se separa y, en un momento de calentón, nos metemos en el baño de caballeros. Durante<br />
unos minutos dejo que me bese y que me toque. <strong>Lo</strong> necesito. Sus manos recorren mi cuerpo<br />
y ¡Dios! ¡No me puedo quitar a mi jefe de la cabeza! De pronto, Fernando no existe. Sólo<br />
¡Eric!<br />
Necesito que sea posesivo y desafiante, pero Fernando es de todo menos eso. Al<br />
final, consigo sacarlo del baño sin haber culminado. Está cabreado, pero ni siquiera así me<br />
pone. Cuando me invita a ir a su hotel y me niego, se marcha y, sinceramente, yo me quedo<br />
la mar de feliz. Cuando llego a mi casa sobre las tres de la mañana y me meto en la cama<br />
sonrío al pensar que somos ¡campeones!<br />
Me niego a pensar en nada más.