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45<br />
Un par de horas después, Andrés baja a recogernos a la playa. Está de buen humor<br />
y, mientras nos encaminamos hacia el coche, me dice que Eric está descansando. Yo<br />
asiento. Me niego a preguntar nada. Bastante rayada estoy ya con el tema de las llamadas<br />
de aquellas mujeres como para preguntar nada más. Cuando llegamos al chalet me dirijo<br />
directamente hacia la piscina. Si Eric está descansando, no quiero molestar.<br />
Frida y Andrés desaparecen y me quedo sola en la piscina. Cojo mi iPod y me<br />
pongo los auriculares. Escucho a Jessie James tumbada en una de las hamacas y canturreo.<br />
Media hora después, Eric aparece por la puerta, parapetado tras unas oscuras gafas de sol.<br />
Se para a mi lado. No lo miro. No lo saludo. Sigo enfadada con él. Durante más de diez<br />
minutos permanecemos en silencio hasta que él me quita un auricular.<br />
—Hola, morenita.<br />
Con un gesto que denota mi cabreo, le quito el auricular de la mano y me lo pongo<br />
de nuevo. Al ver mi poca predisposición para hablar, se sienta cómodamente en una de las<br />
hamacas que están frente a mí, se pone los brazos en la cabeza y me mira. Me mira… Me<br />
mira… Me mira y, al final, le increpo:<br />
—Por tu bien, deja de mirarme.<br />
—¿O? ¿Me vas a pegar?<br />
Resoplo. Le daría un bofetón con toda la mano abierta.<br />
—Mira, Eric, ahora la que no quiere tu cercanía soy yo. Vete a paseo.<br />
Él sonríe y eso me cabrea más.<br />
Me levanto y él hace lo mismo. Y, sin pensar en nada más, lo empujo y cae vestido<br />
a la piscina.<br />
—Pero Jud, ¿qué haces? —protesta.<br />
Con rapidez, cojo mi bolsa de la playa y corro a la habitación. Cuando entro en ella,<br />
voy directa a la ducha, allí veo el neceser abierto de Eric y por primera vez me fijo en los<br />
frascos de pastillas que hay. ¿Qué es eso? Pero antes de que pueda acercarme para leer qué<br />
pone, lo oigo entrar en el baño y comienza a quitarse la ropa mojada.<br />
—Vamos a ver, Jud, ¿qué te pasa?<br />
No lo miro. Paso por su lado y respondo mosqueada:<br />
—Nada que te importe.<br />
—De ti me importa todo, pequeña.<br />
Sentirlo tan relajado, cuando yo estoy que echo humo, me hace mirarlo cabreada.<br />
—Eric, cuando estoy enfadada, es mejor que no me hables, ¿vale?<br />
—¿Por qué?<br />
—Porque no.<br />
—¿Y por qué no?<br />
—Pero, vamos a ver, ¿tú eres tonto? ¿No ves que me estás cabreando más?<br />
—Si quieres, le digo a Frida que le haces una limpieza general ahora mismo. Te<br />
conozco y sé que cuando estás cabreada te gusta limpiar la casa.<br />
Al escuchar aquello, gruño. No estoy de humor. Él se acerca a mí y se agacha,<br />
colocándose a mi altura.<br />
—Me paso media vida pidiéndote disculpas. Pero merece la pena por el solo hecho<br />
de estar contigo y ver tu cara cuando me perdonas.<br />
Intenta besarme y yo me muevo.<br />
—¿Otra vez la cobra?