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Pideme-Lo-Que-Quieras

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manera que no puedo decir que no. Y no puedo decir que no porque mi cuerpo y toda yo<br />

quiere hacer lo que tú quieras. Odio que me den órdenes, y más aún en el plano sexual.<br />

Pero a ti, inexplicablemente, te lo permito. En la vida me hubiera imaginado que yo<br />

permitiría que un desconocido como tú eres para mí, que no sabe casi ni cómo me llamo, ni<br />

mi edad, ni nada de mi vida, me exigiera sexo con sólo mirarme y yo se lo permitiría.<br />

Todavía me cuesta comprender lo que ocurrió el otro día en la habitación de tu hotel y…<br />

—Jud…<br />

—No, déjame terminar —le exijo y coloco mi mano en su boca—. <strong>Lo</strong> que ocurrió el<br />

otro día en tu habitación, me guste o no reconocerlo, me encantó. Reconozco que cuando vi<br />

las imágenes me enfadé. Pero cuando he vuelto a pensar en ello, en aquel momento, me he<br />

excitado y mucho. Incluso el domingo utilicé el vibrador pensando en ti y tuve un orgasmo<br />

maravilloso al imaginar lo que ocurrió con aquella mujer en tu habitación. —Eric sonríe—.<br />

Pero no me van las mujeres. No… no me van y, si quieres volver a jugar conmigo en ese<br />

plano, te exijo que antes me consultes. Como te he dicho al principio de esta conversación,<br />

no soy una especialista en sexo, pero lo vivido contigo me gusta, me pone, me incita y<br />

estoy dispuesta a repetir.<br />

—¿Incluso sin compromiso por mi parte?<br />

Deseo decir que no, que lo quiero sólo para mí. Pero eso significaría perderlo y eso<br />

sí que no lo quiero.<br />

—Incluso sin eso.<br />

Eric mueve su cabeza, comprensivo.<br />

—Y, por favor… te libero de no tener que tocarme. Bésame y dime algo porque me<br />

voy a morir de la vergüenza por la cantidad de cosas locas que te acabo de decir.<br />

—Me estás excitando, pequeña —murmura.<br />

Saco de mi mochila un abanico y le sonrío, avergonzada.<br />

—Pues ni te imaginas cómo estoy yo sólo de decírtelo.<br />

Eric me devuelve la sonrisa y se retira el pelo de cara.<br />

—Tu nombre completo es Judith Flores García. Tienes veinticinco años, un padre,<br />

una hermana y una sobrina. Por lo que he visto no tienes novio, pero sí hombres que te<br />

desean. Sé dónde vives y dónde trabajas. Tus teléfonos. Sé que conduces muy bien un<br />

Ferrari, que te gusta cantar, y que no te da vergüenza hacerlo delante de mí, y hoy he sabido<br />

que eres entrenadora de fútbol. Te gustan las fresas, el chocolate, la Coca-Cola, las chuches<br />

y el fútbol y, si te pones nerviosa, te salen ronchas en el cuello y te puede dar ¡el nervio! —<br />

Sonrío—. Por la manera en que tratabas a tu mascota sé que amas a los animales y que eres<br />

amiga de tus amigos. Eres curiosa y cabezona, a veces en exceso, y eso me saca de mis<br />

casillas, pero también eres la mujer más sexy y desconcertante con la que me he encontrado<br />

en la vida y reconozco que eso me gusta. De momento, eso es lo que sé de ti y me vale.<br />

¡Ah! Y a partir de ahora prometo consultar contigo todo lo referente al sexo y nuestros<br />

juegos. Y ahora que me has liberado de mi promesa, te besaré y te tocaré.<br />

—¡Bien! —afirmo levantando los brazos.<br />

—Y una vez solucionado ese tema necesito que aceptes la proposición que te hice<br />

para conocerte mejor y para que me acompañes durante el tiempo que esté en España —<br />

añade—. Esta semana viajaremos a Barcelona. Tengo dos importantes reuniones el jueves y<br />

el viernes. El fin de semana lo dedicaremos, si tú quieres, al sexo. ¿Te parece?<br />

—Tu nombre es Eric Zimmerman —respondo, sin importarme su frialdad—. Eres<br />

alemán y tu padre…<br />

Pero él tuerce el gesto e interrumpe mi discurso.

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