You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
50<br />
A las once obligo a Nacho a que me deje en casa. Seguro que Eric estará a punto de<br />
ver la notita y la tarta y espero su reacción.<br />
A las once y media, camino por la casa aún con los tacones. Estoy convencida de<br />
que eso lo hará reaccionar y llegará en cualquier momento.<br />
A las doce, mi desesperación ya es latente. ¿Se habrán puesto a jugar y no habrán<br />
pedido los postres?<br />
A la una de la madrugada, frustrada porque mi plan no ha funcionado, tiro los<br />
tacones contra el sofá justo en el momento en el que me suena el móvil. Me lanzo en<br />
plancha a por él. Un mensaje. Eric. Las manos me tiemblan cuando leo: «Gracias por la<br />
felicitación, señora Zimmerman».<br />
Boquiabierta leo y vuelvo a leer el mensaje ¿Ya está? ¿No va a hacer ni a decir nada<br />
más?<br />
Malhumorada, suelto el móvil y doy un trago a mi Coca-Cola. Deseo coger el móvil<br />
y llamarlo para ponerlo a caer de un burro. Pero no. Ahora sí que doy el cerrojazo<br />
definitivo al caso Eric.<br />
Con desgana, me quito el bonito vestido, el sofisticado moño y la sugerente ropa<br />
interior que me he comprado esa tarde. Me planto mi pijama de nubecitas azules y me dirijo<br />
al baño para desmaquillarme. Saco una toallita desmaquillante y me lío con un ojo. No<br />
puedo ver lo que estoy haciendo, sólo que paseo la toallita en círculos mientras pienso en<br />
Eric.<br />
De pronto, oigo que alguien llama con los nudillos a la puerta de mi casa. Mi<br />
corazón salta por la emoción. Suelto la toallita y corro para mirar por la mirilla. Me quedo<br />
sin palabras cuando veo a Eric al otro lado. Sin pensar en mi aspecto, abro y me encuentro<br />
frente a frente con él. ¡Con Eric!<br />
—¿Señora Zimmerman?<br />
Está impresionante con su traje oscuro y la camisa blanca abierta. Su porte, como<br />
siempre, es intimidatorio, varonil y su cara… ¡Oh, su cara…! Esa cara de mala leche me<br />
encanta y sin querer, ni poder, ni pensar en remediarlo digo:<br />
—Vale… soy lo peor.<br />
—¿Tú has osado decir en el Moroccio que eras la señora Zimmerman? —insiste.<br />
Doy un paso atrás. Él lo da hacia el frente.<br />
—Sí… perdón… perdón, pero necesitaba enfadarte.<br />
—¿Enfadarme?<br />
Da otro paso adelante. Yo doy otro atrás.<br />
—Eric, escucha —me retiro rápidamente el pelo de la cara— … Sé que no he<br />
procedido bien. He abusado de tu generosidad y he tomado el pelo a los del restaurante. Te<br />
prometo que te reembolsaré mi cena y la de mi amigo. Pero te juro que sólo lo hice para<br />
que te cabrearas y vinieras hasta mi casa y así…<br />
—¿Y así qué?<br />
Su mirada es intimidatoria. Feroz. Pero aun así prosigo. Es mi única oportunidad. Él<br />
está ante mí y no la voy a desaprovechar.<br />
—Necesito pedirte perdón por lo tonta que fui el día que me marché de Zahara y…<br />
—resoplo y me encojo de hombros ante su silencio—. Te echo de menos Eric. Te quiero.<br />
Su gesto cambia. Se suaviza.<br />
¡Oh, sí…! ¡Oh, sí!