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Pideme-Lo-Que-Quieras

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11<br />

Entre risas, insinuaciones y tocamientos nos bebemos casi toda la botella de<br />

champán mientras estamos en la bonita y enorme terraza de la suite. Madrid está a mis pies<br />

y me encanta mirar a mi alrededor. Todavía le doy vueltas a la proposición que me hizo en<br />

el restaurante.<br />

¿Debería aceptarla o rechazarla por lo que significa?<br />

Me encuentro algo achispada. No estoy acostumbrada a beber y menos aún<br />

champán. Eric habla con alguien por el móvil y lo observo. Vestido con esos vaqueros de<br />

cintura baja y la camiseta negra me pone a cien. Es fuerte y atlético. El típico hombre de<br />

ojos claros y pelo corto que, si lo ves, no puedes evitar mirarlo. Me sorprendo al ver que no<br />

lleva ningún tatuaje. Hoy casi todos los hombres de su edad tienen uno. Aunque casi que<br />

me alegro, porque, con lo que me gustan a mí los tatuajes, se lo estaría chupando todo el<br />

día.<br />

Recorro con lascivia su cuerpo. Me detengo en la parte superior de sus vaqueros y<br />

entonces me doy cuenta de que tiene desabrochado el primer botón. Me pone. Me excita.<br />

Me incita. Me provoca. Instantes después, suelta el móvil y se dirige hacia la cubitera. Me<br />

mira y sonríe. Calor. Tengo mucho calor. Sirve unas últimas copas y deja la botella vacía<br />

boca abajo. Se acerca a mí, me entrega mi copa y murmura besándome la frente:<br />

—Pasemos al dormitorio.<br />

<strong>Lo</strong>s nervios de nuevo se apoderan de mí y siento que mi sexo se contrae. Voy a<br />

ponerme los tacones pero él dice que no, así que le hago caso.<br />

Ha llegado el momento que llevo deseando, anhelando e imaginando desde que lo vi<br />

esperándome en la puerta de mi casa con el Ferrari.<br />

Cuando entramos en uno de los preciosos y espaciosos dormitorios, clavo mis ojos<br />

en la enorme cama. Una king size. Eric se mueve por la habitación y, de repente, una<br />

sensual música nos envuelve. Se sienta y apoya una mano en la cama. Con la otra sujeta la<br />

copa y le da un trago.<br />

—¿Estás preparada para jugar, pequeña?<br />

Mis partes bajas se contraen por la anticipación y siento cómo me humedezco.<br />

Viéndolo así, tan sexy, tan varonil… Estoy dispuesta para todo lo que él quiera y consigo<br />

responder:<br />

—Sí.<br />

<strong>Lo</strong> veo asentir.<br />

Se levanta. Abre un cajón.<br />

Saca dos pañuelos de seda negros, una cámara de vídeo y unos guantes. Eso me<br />

sorprende y me asusta al mismo tiempo. Pero, incapaz de moverme, me quedo parada a la<br />

espera de que se acerque a mí. <strong>Lo</strong> hace. Pasa su lengua con provocación por mi boca y me<br />

aprieta el trasero con su mano.<br />

—Tienes un culito precioso. Estoy deseando poseerlo.<br />

Asustada, doy un paso atrás.<br />

¡Nunca he practicado sexo anal!<br />

Eric entiende mi callada respuesta. Da un paso hacia mí. Me agarra de nuevo del<br />

trasero y mientras vuelve a apretarme contra él murmura, excitándome:<br />

—Tranquila, pequeña. Hoy no penetraré tu bonito trasero. Me excita saber que seré<br />

el primero, pero quiero hacerte disfrutar y, cuando lo hagamos, será poco a poco y

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